Conversando con Fritjof Capra

Fritjof Capra.- En la historia del pensamiento humano, los desarrollos más fecundos nacen de la intersección de dos corrientes de ideas. Esta máxima de Werner Heisenberg parece haber sido confirmada perfectamente por el estudio de la unicidad de la materia en física contemporánea y la visión unicista de las filosofías orientales, punto de vista que he sostenido en mis libros. Según la física actual, el universo no es un sistema mecánico compuesto de una multitud de partes independientes, sino un conjunto dinámico de eventos interconectados, en el cual sólo las interacciones determinan la estructura de la realidad.

Guitta Pessis.- No es sorprendente constatar que el occidente concibiera una filosofía dualista, en tanto que el oriente fundara una espiritualidad monista?

F. C.- Se puede, hoy día, imaginar la evolución de la consciencia, su cómo, pero no siempre su porqué. Esta evolución del espíritu humano, que ha debido tener lugar varios miles de años antes de nuestra era, se sitúa simultáneamente en occidente y en oriente. Por razones misteriosas, nosotros nos hemos identificado en occidente con el espíritu racional – que analiza y separa – que es la expresión del ego estrecho, opuesto al pensamiento intuitivo y sintético. En tanto que en oriente ellos han buscado este último. Han existido grandes místicos tanto en occidente como en oriente. Pero es en oriente que este modo de pensar ha encontrado un terreno más propicio.

G. P.- Sería entonces justo creer con el célebre sabio japonés Yukawa, que podría existir una correlación entre la importante contribución del Japón a la física moderna y la filosofía zen~budista?

F. C.- Los físicos orientales a los cuales yo he señalado ese paralelismo, me confesaron no haberlo considerado porque se encontraban condicionados por la ciencia y la cultura occidental, al punto de no poder instaurar una correlación entre estas dos visiones del mundo. Es solamente en su madurez – como Yukawa – que podrían establecer este lazo. Es muy probable que ellos guarden en su inconsciente colectivo, la impregnación de la filosofía oriental, lo que les permitiría captar mejor los nuevos conceptos de la física atómica.

G. P.- Los principios de unidad y de interdependencia de los fenómenos serían tan propios a la espiritualidad oriental como a la microfísica?

F. C.- En otro tiempo – según la teoría newtoniana – el espacio tridimensional del universo era el escenario de fenómenos físicos compuestos de partículas elementarias interactuando y separándose independientemente las unas de las otras. Sin embargo, uno de los descubrimientos mayores de la física contemporánea fue el darse cuenta que no existían entidades físicas independientes. La realidad era un conjunto de correlaciones, un tejido de eventos interconectados, un intercambio entre el observador y lo observado. Uno de estos tipos específicos de correlación que llamamos partícula no es un grano de arena o una bola de billar, sino una transferencia permanente de energía y de información.

G. P.- De qué manera esta nueva concepción de la materia puede evocar ciertas nociones de la filosofía oriental?

F. C.- Creo poderlo ilustrar con un cuento taoísta del sabio Chuang Tzu. Un día, prometió a sus discípulos que les haría conocer el secreto último del universo. Y les dijo: No existe algo llamado cosa, he aquí la naturaleza fundamental de la realidad. Tal es la base filosófica del taoísmo, del budismo y de otras tradiciones místicas. La mayor diferencia que existe entre la actitud científica y la tradición mística reside en el hecho que, en tanto que científico, yo diría que un objeto es una noción aproximativa muy útil en la vida cotidiana, pero que, fundamentalmente, el objeto no existe, que es una idealización. En tanto, el místico oriental diría que es una iIusión. Para él todos los fenómenos son interdependientes, y una manifestación de una sola y misma realidad fundamental.

G. P.- Cree usted que esta realidad última pueda ser la energía?

F. C.- Lo dudo. Desde ya, la realidad última no puede ser expresada en palabras. Ella transciende nuestras concepciones intelectuales y, según los místicos, puede ser vivida pero no narrada. Mientras que la ciencia – cuando ensaya describir sus experiencias – no puede sino recurrir al dominio racional que, en sí mismo, es restringido y aproximativo.

G. P.- Acaso la tradición mística no buscaría transmitir su mensaje?

F. C.- La diferencia esencial entre un científico y un maestro místico consiste en el hecho de que este último no está particularmente interesado en explicar los fenómenos. Él busca más bien hacer experimentar a su discípulo la realidad fundamental, poniendo el acento en la iniciación a la experiencia, en tanto que el científico busca ante todo analizarla y describirla.

G. P.- De qué manera la teoría cuántica sería apta para revelar, a semejanza de los filósofos orientales, la unidad fundamental del universo?

F. C.- Hemos constatado que esta unidad y esta interdependencia recorren la física moderna, cualquiera sea la teoría o el modelo utilizado, comprendida tanto la teoría cuántica como la relatividad. Einstein había construido esta última concibiendo la acción de los campos en términos de modificación de las estructuras del espacio y del tiempo. Pensaba poder modificar más estas estructuras a fin de incluir en ellas las otras interacciones, pero fracasó. Desde entonces, otros sabios han tenido éxito en asociar la teoría de la relatividad con la de la mecánica cuántica, hasta llegar a la teoría cuántica de los campos. Esta nueva concepción evoca las imágenes de la tradición oriental, porque el campo cuántico se puede condensar en materia. Una partícula formando parte de este campo especialmente denso evocaría una ola emergiendo del océano, metáfora clásica de la tradición oriental.

G. P.- Heráclito pensaba ya que todos los cambios en el universo provenían de la interacción de los contrarios, de los que él subrayaba, por lo tanto, la complementariedad. Por qué el pensamiento occidental ha dejado pasar dos mil quinientos años antes de redescubrir esta verdad?

F. C.- El espíritu racional tiende a ver la verdad de manera estática y es incapaz de reconciliar los contrarios; en tanto que el pensamiento dinámico parece más apto para unificarlos. Los filósofos como Heráclito o los seguidores del Tao, que favorecen la realidad dinámica, subrayan esa unidad: el Yin y el Yang no hacen más que uno. En occidente, ciertos filósofos como Hegel, por su dialéctica: tesis, antítesis, síntesis, han compartido esta visión del mundo.

Esta óptica dinámica resurge hoy día en las ciencias, particularmente en física. Niels Bohr había ya unificado la onda y la partícula en su ley de complementariedad. Y actualmente la nueva teoría de estructuras disipativas introducida por Ilya Prigogine, así como la teoría de sistemas recalcan que la comprensión de la vida – a todos sus niveles – procede por esta unificación de los contrarios.

G. P.- Por lo tanto subsisten dos concepciones contrarias, la de Albert Eínstein : Lo real existe, y la de Niels Bohr: Todo juicio de existencia es abusivo. A cuál de los dos los hechos le darán la razón?

F. C.- Este fue, en efecto, un debate histórico que tuvo lugar entre Bohr y Einstein. El último creía en la existencia objetiva de la realidad. Fue esta creencia la que le había impedido asumir las últimas consecuencias de la mecánica cuántica de la cual era uno de sus fundadores. Si fue incapaz de aceptar las interpretaciones vanguardistas de Heinsenberg y de Bohr, la causa esencial de este rechazo provenía de su carácter fundamentalmente determinista. Había basado su visión – una realidad objetiva compuesta de pequeñas partículas separadas – sobre la de Descartes.

G. P.- Diría usted que Einstein fue un profeta que no supo asumir sus propias profecías?

F. C.- De una cierta manera, sí. Yo estoy por lo demás fascinado de ver que Descartes es más fundamental que Newton, y esa es la razón por la cual Einstein ha podido sobrepasar al segundo sin lograr sobrepasar al primero. El único capaz de hacerlo fue Bohr, lo más próximo a un místico que pueda ser un científico .

G. P.- Sería la filosofía china la que lo ha inspirado?

F. C.- Él adoptó en su blasón el símbolo del yin y del yang, tan impresionado quedó por el principio chino de complementariedad.

G. P.- Lo habría estado también por la complementariedad entre la estabilidad y el cambio ?

F. C.- En efecto, porque puede haber una estabilidad dinámica que implicaría fluctuaciones. Es desde luego una tal estabilidad la que fue evocada por Heráclito y los taoístas en su visión de un mundo en perpetuo movimiento. Un proceso de cambio teniendo, sin embargo, una cierta estabilidad. Es una cosmología de la auto regulación, de la auto organización, análoga a la estabilidad concebida por Prigogine en su concepción del orden por fluctuaciones.

G. P.- Justamente, estos recientes descubrimientos no podrían restablecer el fundamento que la revolución científica del comienzo del siglo había quebrantado?

F. C.- Asistimos, en efecto, a la emergencia de nuevas teorías, ya se trate de las estructuras disipativas de Ilya Prigogine, de la auto organización de Von Förster o del azar organizador de Henri Atlan. Estos son los elementos complementarios de un puzzle complejo que está progresivamente en camino de constituir este nuevo fundamento buscado por Einstein. Se trata de una visión holista, sistemática y dinámica, que pueda aplicarse a una gama extensa de fenómenos y de campos científicos. No es sólo en la física donde observamos actualmente lo que podríamos llamar una revolución dramática del pensamiento científico.

G. P.- Por qué considera esta revolución como dramática?

F. C.- Ella lo es intelectualmente, pues cuando Bohr y Heinsenberg, durante los años 20 debieron modificar sus ideas y sus conceptos, se encontraron en un estado de crisis profunda: intelectual, existencial y aun emocional. Creo que nosotros vivimos una crisis análoga hoy día.

G. P.- Entonces, asistiremos a la emergencia de un nuevo paradigma?

F. C.- Así lo creo, y yo lo llamaría paradigma ecológico, pues la ecología insiste sobre la interdependencia fundamental de todos los fenómenos y sobre la naturaleza intrínsecamente dinámica del universo.

G. P.- Se podría suponer que el debate sobre Desorden – Orden, que reunió a eminentes sabios, marcaría una bifurcación en la investigación científica?

F. C.- Mi libro El Tiempo del Cambio trata precisamente de esta importante bifurcación que tiene lugar actualmente en el dominio científico, comparando la visión universalista y mecanicista de Descartes y de Newton con la visión holista y dinámica de Prigogine.

G. P.- Así, usted parece estar atraído por la concepción dinámica del budismo que sostiene que no debemos apegamos a formas fijas, objetos, personas, ideas, sino aceptar un mundo moviente y cambiante…

F. C.- Esta es la razón principal de mi atracción por las filosofías orientales y particularmente por el budismo, pues siempre he considerado el aspecto moviente del universo como esencial. Aun de nuestra terminología se desprenden connotaciones dinámicas: el término physis, por ejemplo, de donde deriva físico, significaba en la época presocrática – cuando la filosofía, la religión y la ciencia no estaban todavía separadas – realidad fundamental. Esta misma raíz, en las lenguas indo-europeas, ha llegado a ser brahman que en sánscrito significa también realidad fundamental. Una misma raíz da entonces nacimiento a la ciencia en occidente y al misticismo en oriente.

Guitta Pessis

Traducido y extractado por Farid Azael de
Question de N 76
Editions Retz
París.