El cerebro como estructura disipativa
Mucho antes de que la teoría de Prigogine fuera confirmada experimentalmente, un investigador israelí, Aharon Katchalsky, se había sentido impresionado por la magnitud de su alcance. Katchalsky, que era también físico y químico, había estudiado durante muchos años las pautas dinámicas del funcionamiento del cerebro, y estaba intentando comprender los mecanismos integrativos del cerebro y el significado de sus ritmos y oscilaciones.
El cerebro parecía ser un ejemplo perfecto de estructura disipativa. En cuanto a complejidad es el no-va-más. Tiene como característica su propia forma, el flujo que lo recorre, el estar en interacción con el entorno, el sufrir cambios abruptos, el ser muy sensible a las perturbaciones. Exige la parte del león respecto del total de la energía corporal: con un peso de sólo el 2% del cuerpo consume el 20% del oxígeno disponible. Los altibajos de su consumo energético son típicos de la inestabilidad de una estructura disipativa.

En la primavera de 1972, Katchalsky organizó una sesión de trabajo en el Instituto de Tecnología de Massachussets, a la que invitó a los principales investigadores sobre el cerebro, con el fin de presentarles la teoría recientemente propuesta por Prigogine. El mismo Katchalsky presentó también por su parte las pruebas que había acumulado sobre las propiedades dinámicas organizadoras de la naturaleza, y explicó cómo éstas se ven afectadas por fluctuaciones profundas y repentinas. La teoría de las estructuras disipativas parecía poner en conexión las pautas dinámicas del cerebro con las alteraciones mentales. La psicología de la Gestalt, comentó, ha observado desde hace tiempo transiciones mentales repentinas, saltos en la percepción. La reestructuración de la personalidad individual puede suceder de forma repentina, como ocurre en casos de percepción súbita, de captación de una habilidad nueva, de enamoramiento, o como en la experiencia de conversión de San Pablo.
En aquella sesión, Vernon Rowland de la U. de Case Western Reserve, predijo que este enfoque aplicado al cerebro permitiría desvelar el viejo misterio: en qué consiste la diferencia que hace que un todo sea más que la suma de sus partes. La clave parecía estar en la cooperación; cuanto mayor es la complejidad de un sistema, tanto mayor es también su capacidad de auto trascendencia.