La teoría de Prigogine puede ayudar a explicar los efectos espectaculares que a veces se producen en estados de meditación, de hipnosis o de ensoñación dirigida: la repentina liberación de una fobia o de un padecimiento físico que le había acompañado a uno desde siempre. La persona que revive un incidente traumático en un estado de atención interior profundamente concentrada perturba con ello la pauta de ese antiguo recuerdo específico. Ello desencadena una reorganización, una nueva estructura disipativa. La antigua organización queda rota.

El cambio sentido, en la técnica de enfoque de la atención de Eugene Gendlin, caracterizado por un cambio de fase repentino en el EEG hacia los armónicos de las ondas alfa, responde probablemente a la aparición de un conocimiento nuevo, de una nueva estructura disipativa. Cambios similares del trazado en el EEG ocurridos en estados meditativos han podido asociarse a informaciones del sujeto sobre percepciones internas experimentadas por él en el mismo momento. La pauta mental correspondiente a un pensamiento bloqueado, un paradigma antiguo, una conducta compulsiva, un reflejo rotuliano todo ello son estructuras disipativas, susceptibles de ampliación repentina. La nueva estructura es como un paradigma más amplio. Y la perturbación que provoca un nuevo orden en una estructura disipativa es semejante a la crisis que ayuda a forzar el cambio a favor de un paradigma nuevo.

Una y otra vez encontramos la misma forma de proceder en la naturaleza a todos los niveles: moléculas y estrellas, conceptos y ondas cerebrales, individuos y sociedades, todos cuentan con el mismo potencial de transformación. La transformación, como un vehículo que se desliza por una pendiente, acumula energía cinética durante su carrera. Las totalidades superan a sus partes en virtud de su propia coherencia interna, de la cooperación entre sus elementos, y del hecho de estar abierta a la entrada de nuevos datos. A mayor altura en la escala evolutiva, mayor libertad de reorganización. Una hormiga está obligada a cumplir su destino; el ser humano se labra el suyo. La evolución es un proceso continuo de ruptura de totalidades y de formación de otras nuevas, dotadas de mayor riqueza. Incluso nuestro material genético está en estado de flujo.