Etimológicamente, el paganismo se refiere a las creencias y a los rituales en uso en el campo entre los paisanos – la palabra viene del latín paganus, habitante de un país – y esto en oposición a las creencias y a los rituales que son respetados en las ciudades. Es decir que toda idea de paganismo encierra necesariamente una connotación de paralelo, de no oficial, y aun de contra-corriente. Pues si la moda de las ideas, como de todo lo demás, proviene de la ciudad, la pesadez conservadora reina en el medio rural. Puede ser una estupidez hablar actualmente de neopaganismo, pues siendo éste el fruto de intelectuales evolucionando en un medio urbano, estaría obligatoriamente cortado de sus orígenes. El paganismo no puede ser sino rural; es la suma de toda la memoria de los pueblos, la que se manifiesta en cuentos, recitaciones verbales, refranes y cantos, rituales y costumbres. Esta memoria se remonta muy lejos en el tiempo, a tal punto que resulta difícil fijar una fecha a la aparición de ciertos fenómenos.
Es imposible precisar entre el cristianismo vivido en un territorio por poblaciones diversas que allí se han arraigado y el paganismo anterior, ya mezclado de creencias y rituales heterogéneos. En territorio céltico, por ejemplo, es imposible decir con certeza lo que es céltico y lo que es anterior a los celtas, lo que ya estaba allí cuando ellos llegaron.
Por otra parte, es a nivel del inconsciente que este paganismo se encuentra más vivo en nuestros días. Los gestos realizados, las palabras pronunciadas cotidianamente, las maneras de ser de cada uno, no son el resultado de un razonamiento lógico elaborado sino de una amplificación considerable de elementos, perteneciendo, ya sea a la memoria colectiva, sea a la tradición individual, la que no es sino una especie de memoria ancestral, que se quiera o no, es transmitida directamente por la herencia, la educación y por el ambiente mismo.
Pero se puede igualmente considerar como paganos todos los fenómenos de rechazo del cristianismo que observamos actualmente, es decir, los comportamientos que marcan el retorno a antiguos rituales, expresión de antiguas creencias. Los rituales daban la ocasión a los fieles de exacerbar esta sensibilidad y de alcanzar un estado de mediumnidad donde la persona desencaja literalmente y deviene un loco de Dios. En este aspecto, las religiones del éxtasis, en la línea del chamanismo, están ciertamente encaminadas a regresar.