Cuando un gatito trata de trepar a un árbol y fracasa, repite sus intentos una y otra vez hasta que lo logra. Cuando un maestro descubre errores en la tarea de su alumno le hace repetirla, no para que repita los errores, sino para entrenarlo en la solución apropiada. Entonces se completa la situación. Maestro y discípulo pierden todo interés en ella del mismo modo que perdemos el interés al haber resuelto un crucigrama.
Repetir una acción hasta dominarla es la esencia del desarrollo. Una repetición mecánica que no tenga como propósito la perfección es contraria a la vida orgánica, contraria al holismo creador (Smuts). Se mantiene el interés mientras la tarea emprendida no está terminada. Una vez completa desaparece el interés hasta que una tarea nueva crea otra vez interés. No hay caja de ahorro de la que el organismo (como sugiere la teoría de la libido) pueda sacar la cantidad de interés requerida.
Las repeticiones compulsivas tampoco son automáticas. Por el contrario son intentos enérgicos de resolver problemas importantes de la vida. La necesidad de amistad, en sí misma, es una expresión muy sana del deseo de contacto humano. La persona permanentemente desilusionada está equivocada sólo en cuanto busca este amigo ideal una y otra vez. Podría negar la desagradable realidad por medio del soñar despierto o hasta con alucinaciones; podría tratar de convertirse él mismo en este ideal o moldear a su amigo según él, pero no puede llegar a realizar sus deseos. No percibe que comete un error fundamental : busca la causa de su fracaso en la dirección equivocada: fuera, en vez de dentro de sí mismo. Considera a sus amigos la causa de su desilusión, sin darse cuenta de que sus propias expectativas son las responsables. Cuanto más ideales son sus expectativas, menos se conforman a la realidad, más difícil será el problema del contacto. Este problema no encontrará solución y no cesará la compulsión de repetición hasta que haya ajustado sus expectativas de lo imposible con las posibilidades de la realidad.