En cambio, el gran amor y la fe religiosa no tienen nada que ver con nuestra voluntad, propósito ni esfuerzo. Los sentimos o no. No hay forma de poderlos conseguir si no aparecen en nuestra vida. Es gracia, esa gracia de la que hablaba J. G. Bennett al decir: “…sin merecerla, sin haberla pedido”. Algo parecido dice Maslow en relación a una experiencia-cumbre: “Una reacción frecuente es “Yo no merezco esto”. Las cumbres no son planificadas o alcanzadas por un designio: suceden. Somos sorprendidos por el gozo”.

Al sentirnos tocados por un gran amor o por una fe religiosa, vibramos con una intensidad emocional nunca sentida antes, el mundo se ilumina y todo se transfigura. Entonces nos sobreviene una gran humildad: “Señor, no soy digno…”

Un grande y verdadero amor tiene mucho de religioso, y una fe religiosa está llena de amor.

Fernanda
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