La lucidez, en suma, nos permite acceder conscientemente a la creatividad onírica y llevar a cabo experimentos para verificar el poder de nuestra imaginación, emprender aventuras oníricas o descubrir imágenes que luego pueden ser utilizadas y reproducidas mediante la actividad literaria o la producción artística.

La investigación que se ha llevado a cabo hasta el momento parece sugerir que el cerebro y, en menor medida, el cuerpo, responden a ciertas actividades oníricas de la misma manera en que lo hacen en vigilia. En este sentido, por ejemplo, me pregunto por las posibles aplicaciones médicas del sueño lúcido combinado con las técnicas de visualización que suelen utilizarse para combatir determinadas enfermedades.

Asimismo, la experiencia vigílica puede verse fortalecida mediante la toma de consciencia de las implicaciones que se derivan del hecho de soñar, es decir, mediante la comprensión de que somos los co-creadores de un mundo de experiencia que nos refleja a nosotros mismos y que, debido a su subjetividad, no es sino una entre muchas realidades posibles. De este modo, la toma de consciencia de que somos una fuente creativa nos obliga a asumir la responsabilidad que nos corresponde no sólo en lo que respecta a nuestras experiencias pasadas y presentes sino también en lo que tiene que ver con nuestra capacidad para crear la experiencia futura. La simple comprensión intelectual de esta responsabilidad puede ayudarnos a hacernos cargo definitivamente de nuestra vida y contribuir a mantener una actitud abierta e investigadora ante nuestras motivaciones inconscientes y nuestra conducta cotidiana.

Judith Malamud

Más Allá de la Lucidez:
el Viaje hacia la Consciencia Pura

Si es correcta la teoría de que el sueño lúcido no es más que un simple peldaño en el continuo de la consciencia humana, deberíamos entonces plantearnos al menos dos preguntas: Qué es lo que viene después del sueño lúcido?, y por qué debemos esforzamos en tratar de conseguirlo?

La evolución de la consciencia de uno mismo no concluye en la lucidez sino que prosigue hasta un estado de consciencia más sosegado y ecuánime que parece carecer de límites y que ha recibido el nombre de testigo.