Se cuenta que un Sultán de Egipto convocó a un consejo de eruditos, y muy pronto – como suele suceder – surgió una disputa. El tema fue la Travesía Nocturna del Profeta Mahoma. Se dice que en esa ocasión el Profeta fue llevado de su lecho hasta las esferas celestes. Durante ese período vio el Paraíso y el Infierno, conferenció con Dios noventa mil veces, tuvo muchas otras experiencias, y fue devuelto a su habitación mientras su lecho estaba aún tibio. Una vasija de agua, que había sido volcada y derramada a causa del vuelo, aún no había terminado de vaciarse cuando el Profeta retornó.
Algunos sostenían que esto era posible gracias a una manera diferente de medir el tiempo. El Sultán sostenía que eso era imposible.
Los sabios dijeron que todas las cosas eran posibles para el poder divino, pero esto no satisfizo al rey.
Las noticias de este conflicto llegaron finalmente al sheikh Sufi Shahabudin, quien inmediatamente se presentó ante la Corte. El Sultán mostró la debida humildad hacia el maestro, quien dijo: Propongo proceder en seguida a mi demostración, pues sepan ya que ambas interpretaciones del problema son incorrectas, y que hay elementos verificables que pueden explicar las tradiciones, sin necesidad de recurrir a crudas especulaciones o a insípidas y desaprensivas racionalizaciones.
Había cuatro ventanas en el salón de audiencias. El sheikh ordenó que se abriera una de ellas. El Sultán miró hacia afuera. En una montaña a lo lejos vio un interminable ejército invasor, marchando hacia el castillo. Quedó terriblemente asustado.
Ruego que lo olvidéis, pues no es nada, dijo el sheikh.
Cerró la ventana y la abrió nuevamente. Esta vez no se veía un alma a través de ella.
Cuando abrió otra de las ventanas, la ciudad estaba siendo consumida por las llamas. El Sultán gritó alarmado.
No os alarméis, Sultán, pues no es nada, dijo el sheikh.
Cuando hubo cerrado y abierto nuevamente la ventana, no se veía fuego alguno.
La apertura de la tercera ventana reveló una inundación que se aproximaba al palacio.
Luego, nuevamente, no se veía tal inundación.
Cuando la cuarta ventana fue abierta, en lugar del acostumbrado desierto, surgió un jardín del paraíso, y después, al cerrar la ventana, la escena se esfumó como anteriormente.
Luego el sheikh ordenó que se trajese una vasija de agua y que el Sultán pusiera su cabeza dentro de ella por un momento. Tan pronto como hubo hecho esto, el Sultán se encontró solo en una playa desierta, un lugar desconocido para él.
En un arrebato de ira, ante este hechizo mágico, juró vengarse del alevoso sheikh.
Pronto encontró unos leñadores que le preguntaron quién era. Imposibilitado de explicar su verdadera condición, les dijo que era un náufrago. Le dieron algunas ropas, y se encaminó hacia una ciudad, donde un herrero, viéndolo vagar a la ventura, le preguntó quién era. Un mercader náufrago, ahora sin recursos, pendiente de la caridad de leñadores, contestó el Sultán.
El hombre le contó algo acerca de una costumbre de ese país. Todos los forasteros podían pedir en matrimonio a la primera mujer que abandonara la casa de baños y ella tendría que aceptar. Fue a los baños y vió salir a una hermosa dama, Le preguntó si estaba ya casada, y como lo estaba, tuvo que preguntarle a la siguiente, que era fea, y luego a la siguiente, también casada. La cuarta era realmente bella. Ella dijo que no estaba casada, pero lo apartó, ofendida por su miserable aspecto.
Repentinamente un hombre estuvo frente a él y dijo: He sido enviado aquí para buscar a un hombre harapiento. Por favor, sígueme.
El Sultán siguió al sirviente y fue llevado a una magnífica casa, en una de cuyas suntuosas habitaciones estuvo sentado durante horas. Al fin cuatro damas hermosas y magníficamente ataviadas aparecieron precediendo a una quinta que era aun más hermosa. El Sultán reconoció en ella a la última mujer a la cual se había aproximado en la casa de baños.
Ella le dio la bienvenida y le explicó que la prisa por regresar a su casa se debía a los preparativos para su llegada, y que su arrogancia era sólo una de las costumbres del país, practicada por todas las mujeres en la calle.
Luego siguió una magnífica comida. Trajeron espléndidas vestimentas que fueron obsequiadas al Sultán, mientras se ejecutaba una delicada música.
El Sultán vivió siete años con su nueva mujer, hasta que despilfarraron todo el patrimonio de ella. Entonces la mujer le dijo que ahora él debía proveer para ella y sus siete hijos.
Recordando a su primer amigo en la ciudad, el Sultán volvió al herrero en busca de consejo. Puesto que el Sultán no tenía oficio ni negocio, le aconsejó ir a la plaza del mercado y ofrecerse como mozo de carga.
En un día ganó, transportando una enorme carga, sólo una décima parte del dinero necesario para el alimento diario de su familia.
Al día siguiente el Sultán se dirigió nuevamente hacia la playa, donde encontró el lugar exacto del que había emergido hacía siete años. Dispuesto a decir sus oraciones, comenzó a lavarse en el agua, cuando repentina y dramáticamente se encontró nuevamente en el palacio, con la vasija de agua, el sheikh y sus cortesanos.
i Siete años de exilio, hombre perverso ! , rugió el Sultán. Siete años, una familia y haber tenido que ser mozo de carga ! No temes a Dios, el Todopoderoso, por esta acción?.
Pero hace sólo un instante que has puesto la cabeza en esta agua, dijo el maestro Sufi.
Sus cortesanos confirmaron esta declaración.
El Sultán no pudo convencerse de esto, y comenzó a. dar las órdenes para decapitar al sheikh.
Percibiendo mediante su sentido interior que esto iba a ocurrir, el sheikh puso en práctica la capacidad llamada Ilm el-Ghaibat: la Ciencia de la Ausencia. Esto hizo que instantánea y corporalmente se transportara a Damasco a muchos días de distancia.
Desde allí escribió una carta al rey:
Siete años pasaron para tí, como ya habrás descubierto, mientras permaneció por un
instante tu cabeza en el agua. Esto sucede mediante el ejercicio de ciertas facultades, y no tiene especial significado excepto como ilustración de lo que puede suceder. Acaso en la tradición no estaba el lecho tibio, no estaba la jarra a medio vaciar?
El elemento importante no es que algo haya sucedido o no. Es posible que todo suceda. Sin embargo, lo importante es el significado del suceso. En tu caso no hubo significado alguno. En el caso del Profeta, sí lo hubo
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