Y bruscamente comprende que él es el ángel, el arco y la flecha, que es las dos mujeres y las dos vías todo junto, y une ese todo bajo el yugo de su propia voluntad. Se acepta por entero: es ahora el Rey triunfante sobre su carro (Arcano VII) tirado por dos caballos que son las dos faces de su personalidad, el Bien y el Mal. Ha unido los contrarios, ha resuelto los problemas de la dualidad. Entonces comienza su ascensión hacia las esferas superiores.

Encuentra a la Justicia (Arcano VIII), una mujer fría que pesa y que decide. Ella le enseña el equilibrio: los dos platillos de su balanza no oscilan jamás, nada en el mundo se pierde, nada es creado, no hay más justicia que injusticia, sino un orden secreto que nos rige sin que lo sepamos. La acción ocasiona la reacción y todo movimiento termina siempre por anularse.

Y el neófito comprende que no es más que el juguete de un destino. Es indudable que siente desesperanza, y se retira a un desierto como otros lo han hecho antes de él. Se aisla y se observa. En su noche, dispone de una linterna, es el Ermitaño (Arcano IX). Comprende la vanidad de todo deseo de cambio, las cosas siguen su curso sin que sea posible interferir. Aprende a medir sus pasos, a evitar la imprudencia, a evitar lo inútil. Se sumerge en lo más profundo de sí mismo. Y en este desierto se le aparece una visión (Arcano X). Como una rueda gigantesca que gira sin que nadie la mueva, algunos se elevan, otros caen. La rueda gira, insensible a los gritos y a los llantos. En su cima hay una figura monstruosa coronada (ni hombre, ni, bestia, ni Dios), que lo observa con curiosidad. El neófito piensa: No hay medio de evitar al destino, no
se puede ser otra cosa que lo que se está condenado a ser?.

Aprende a dominarse, a tener el control total de su ser, aprende a domar al león que hay en él y a usarlo como una montura (Arcano XI).

Aprende a sacrificarse, es decir, a sacrificar una parte de sí mismo, un aspecto de su vida, para que alguna cosa cambie. El se sutiliza, se purifica (Arcano XIl). Se cuelga él mismo de un árbol, cabeza abajo, crucificado al revés, él es su propio amo, busca la vía de las Transformaciones.