Según las creencias religiosas de la India, las que se remontan a tiempos prehistóricos, se ha considerado la existencia de Prana como un medio para la actividad del pensamiento y la transmisión de sensaciones e impulsos en los organismos vivos. Se la reconoce como una substancia cósmica imperceptible a los sentidos ordinarios, que está presente en toda formación de la materia y que puede ser verificable por la práctica del Yoga, cuando lo realiza de la manera correcta el tipo de hombre adecuado. Según estas creencias, Prana no es la materia, ni es la mente, ni la inteligencia, ni la consciencia, sino una parte inseparable de la energía cósmica o Shakti que reside en todas ellas y que es la fuerza conductora que hay detrás de todo fenómeno cósmico, mostrándose como la fuerza de la materia en todo organismo vivo.

En resumen, es el medio a través del cual la inteligencia cósmica conduce la inmensa actividad inimaginable del cosmos. Crea, mantiene y destruye las gigantescas formaciones globulares que arden continuamente en el espacio, tanto como a los ínfimos microbios benignos y malignos que pululan en la tierra. Dicho de otra manera, Shakti, cuando actúa sobre la materia inorgánica, es fuerza, cuando actúa sobre la materia orgánica, es vida. El nombre genérico Shakti se aplica a toda forma de energía cósmica, animada o inanimada, como aspecto creador activo de la Realidad. En cambio, Prana es aplicado a aquel tipo de energía que actúa en el campo orgánico, como impulso nervioso y vitalizador.

La ciencia actual está llegando irremediablemente a la conclusión de que la energía es la substancia fundamental del mundo físico. La duda sobre la existencia de la vida, como una esencia vital inmortal aparte de los vehículos corporales, es tan antigua como la civilización. Es provocada principalmente por la naturaleza inexorable de las leyes físicas que actúan sobre el cuerpo, por la inevitabilidad del debilitamiento de la vejez y la muerte, por la naturaleza evasiva del principio vital, y por la imposibilidad de percibirlo
con los sentidos ordinarios fuera del campo orgánico. Sobre todo, se debe a la completa ausencia de alguna prueba demostrable e incontrovertible de supervivencia después de la muerte corporal. Según los yoguis, sin embargo, la existencia de la energía vital como entidad inmortal se hace subjetivamente manifiesta en el estado supraconsciente de Samadhi. Su fluir a través de los nervios se experimenta incluso antes de llegar al Samadhi, al conseguirse ciertos niveles de estados de consciencia en la meditación. Cuando ello ocurre, el Prana se concentra en el cerebro al punto que los órganos vitales lentifican su funcionamiento, el pulso y la respiración se vuelven casi imperceptibles, y el cuerpo entero parece frío y sin vida. Gracias a este flujo incrementado de energía vital, el cerebro intensifica su vitalidad; la consciencia habitual se eleva por encima de las sensaciones corporales y su facultad de percepción se incrementa en grado sumo, haciendo percibir al sujeto las existencias suprafísicas. En este estado, lo primero que se detecta es Prana, experimentada como una sustancia brillante e inmaterial, sintiéndola como una rápida vibración tanto dentro como fuera del cuerpo, extendiéndose sin límites en todas direcciones.