Siguiendo la idea que “Uno crea lo que piensa”, Godwin ensancha el terreno de la especulación al plano de la perspectiva individual del observador y su posibilidad de acceder a “otros mundos” o niveles de consciencia. En este aspecto, da cuenta del fenómeno psiquiátrico de la personalidad múltiple, luego, revisa algunas experiencias con alucinógenos, especialmente la del doctor John Lilly en su libro “El centro del Ciclón”, y así mismo, vivencias fuera del cuerpo, los llamados viajes astrales, en la documentación aportada por Robert Monroe en “Out of de Body”. Todo esto manifiesta que, desde el punto de vista psicológico, el ser humano incluye insospechadas dimensiones del inconsciente y la mente no racional.
Según Godwin, los seres humanos modernos hemos perdido la capacidad de responder directamente a lo sobrenatural. La pérdida de lo misterioso se compensa a través de arquetipos que aparecen en sueños simbólicos que intentan la realización del Yo Superior. Por ello se destaca como característica relevante en los ángeles y en los seres más evolucionados, el vuelo. El vuelo visionario, el vuelo chamánico, el vuelo del alma para abandonar las limitaciones del cuerpo.
Al examinar la experiencia mística de visiones de ángeles, el autor intuye que los humanos podemos transformarnos en ángeles mediante la oración o meditación, ya que ello constituye un estadio en el desarrollo de la consciencia. Cuando nos unimos a esa esencia del Yo Superior en la vibración del Amor, alcanzamos lo que los místicos orientales llaman Iluminación. Esta experiencia de la unión mística con lo divino corresponde a la apertura del “tercer ojo”, a esa consciencia elevada que ha superado las limitaciones propias del cuerpo físico.
Este vuelo de libertad o liberación se transforma en un desafío para el ser humano atrapado por las fuerzas que lo tensionan entre el principio del bien y del mal dentro de los límites de un cuerpo donde se libra esta lucha constante y “nadie puede escapar a la responsabilidad que esto conlleva”.