Rimpoche: Lo que dejamos son las expectativas. Esto puede desconcertarnos, ya que habitualmente creemos que si no poseemos algo, ese algo no tiene nada que ver con nosotros.

Alumno: ¿Cuáles son entonces los beneficios de la meditación, si esta no tiene nada que ver conmigo?

Rimpoche: Los beneficios no son tangibles. Se encuentran al no adoptar posturas y al trascender el ego al máximo posible. La atención consciente no es nada tangible, y este “nada” no puede sostenerse ni señalarse. La atención consciente no es un ente. Si hablamos de él, no es más que ruido. Si nos damos cuenta de esto, puede que pensemos: “¿qué estoy haciendo? Estar aquí no tiene ningún valor claro”. Pero tal actitud sería negativa.

Alumno: ¿Le parece así a usted?

Rimpoche: Menciono esto porque a menudo la gente pregunta “¿ha tenido alguna ‘experiencia’?”. Creemos que es muy importante tener una ‘experiencia’, y continuamente juzgamos nuestra meditación, insistiendo en tener una ‘experiencia’. Puede convertirse en un deseo que nos agobie. Queremos estar alegres y tranquilos. Algunas personas creen que es importante ver visiones, llegar a otros dominios o comunicarnos con espíritus invisibles.

Alumno: Es mucho más agradable, digamos, que estar deprimidos.

Rimpoche: Es cierto. Pero cuando profundizamos en la meditación y más experimentamos los niveles superiores, estas sensaciones ya no están presentes y nos convertimos en atención consciente –la experiencia no nos distrae-. No la atraemos hacia nosotros, ni la apartamos.

Alumno: Pareciera que usted está diciendo que si una persona se iluminara, se desilusionaría.

Rimpoche: Exactamente. Eso creo. Nos desilusionamos porque no se cumplen nuestras expectativas. Hemos creado increíbles fantasías –todo lo que pudiéramos imaginar o esperar-, pero cuanto más desarrollamos una atención consciente, más nos damos cuenta de que estas suposiciones, sueños y fantasías, no existen.

¿No es peligroso descartar nuestras más apreciadas ilusiones? Puede que hayamos estado meditando una o dos horas diarias durante seis o siete años, y hayamos creído que estábamos consiguiendo algo, pero ahora nos damos cuenta de que no hay nada que conseguir.