Podrías preguntar “¿por qué debo molestarme en meditar? Si la meditación no es provechosa para mis sentimientos, mis percepciones, mi estado físico o mental, ¿de qué sirve?”.

Alumno: ¿No sirve para algo?

Rimpoche: Nos puede ayudar a estar contentos y relajados. Pero al ir experimentándola más a fondo, comprendemos que este tipo superior de meditación simplemente “es”; no tiene ninguna finalidad en sí misma.

Alumno: ¿Por qué enseña usted meditación, entonces?

Rimpoche: La finalidad de enseñar es decepcionar a la gente. ¡La gente necesita decepción! Siempre hay decepción si esperamos algo.

Alumno: Yo espero una decepción -¡pero no la deseo!-.

Rimpoche: Es la única manera de que despiertes. En cuanto hay más decepción, puedes despertar.

Alumno: Yo debiera estar muy despierto. Me parece que una vida llena de aventuras amorosas sería más fácil que la meditación. La vida nos proporciona ya bastante decepción.

Rimpoche: Es cierto. Un buen meditador siempre aprende y trabaja con la decepción. Sabe cómo enfrentarse con el mundo y con todas las experiencias con que se topa en la vida; ése es el verdadero proceso de aprendizaje. La manera inteligente de meditar es realmente dirigir nuestra atención a nuestra vida, pues de otra manera simplemente vivimos sin aprovechar nuestro conocimiento espiritual.

Estoy diciendo, entonces, que la meditación nos devuelve a la vida. Puede que tengamos que luchar, pero si estamos resueltos a atravesar obstáculos en lugar de tratar de escapar de ellos o eludirlos, podremos experimentar todo –ver, oír, oler- y participar ágilmente en cada situación en lugar de tener que escondernos o protegernos. Cuando gozamos de una consciencia meditativa sabemos abordar cada experiencia directamente y, por consiguiente, no somos atraídos y atrapados por expectativas, decepciones o desilusiones. Cuando vivimos de esta manera, comprobamos que la vida tiene mucho sentido y valor.

Sin embargo, generalmente nos parece que la tristeza y la intranquilidad son negativas, mientras que la dicha y la jovialidad son positivas. Siempre asumimos posturas. No obstante, la atención consciente no es alegre ni triste, no es positiva ni negativa. La atención consciente no adopta ninguna postura más que el equilibrio. Por ejemplo, podemos aprender a pasar muy rápido de un estado emocional a otro. Podemos estar enojados durante dos minutos y jubilosos durante otros dos, cambiando muchas veces de negativo a positivo, de positivo a negativo. Gradualmente llegamos a tener tal adaptabilidad que podemos estar en cualquiera de los dos estados sin dificultad. Podemos cambiar. Antes no teníamos la libertad de elegir cómo ser. Ahora tenemos una opción.

Monje-meditando

Alumno: ¿Quién tiene una opción?