Este sendero que recorre la Humanidad puede ser dividido en cinco etapas:

Primera Etapa:
La primera etapa empieza en el momento de la individualización. Históricamente corresponde a la segunda mitad de la tercera raza raíz, la lemuriana. Allí el hombre se encuentra polarizado en el cuerpo físico-etérico y no tiene más aspiración que satisfacer sus necesidades básicas y dar placer a sus sentidos (ser material). Vive identificado con su naturaleza física y no tiene idea de nada que sea superior
a ella. Simbólicamente, puede compararse a la infancia, de 0 a 7 años, en la vida de un hombre.

Su átomo físico permanente brilla como un diminuto punto de luz en el cuerpo causal, el que, en esa etapa, es como una pequeña burbuja incolora que encierra dentro de sí los prototipos de los átomos físico y astral y de la unidad mental.

Durante ese muy largo período en el Aula de la Ignorancia, el Ego (o Yo Superior) es prácticamente inconsciente de la existencia del yo inferior. Sólo existe el vínculo magnético (sutratma) por medio del cual el hombre encarnado recibe el don de la vida. Tampoco es tomado en cuenta por los Instructores de la Jerarquía. No lo ven.

Segunda Etapa:
En la segunda etapa el hombre se encuentra polarizado en su cuerpo emocional. Históricamente corresponde a la raza atlante. Sus deseos ya no son solamente instintivos. Es capaz de sentir devoción u odio irracionales e incontrolados y es traído y llevado por las fluctuaciones extremas de sus pasiones (ser reactivo). Simbólicamente corresponde al período de la niñez y pre-adolescencia, de 7 a 14 años en la vida del hombre.

Se activa su átomo astral permanente en el cuerpo causal, pudiendo verse como un diminuto punto de luz que comienza a interactuar con el átomo físico permanente. Entre ambos aparece una chispita apenas perceptible, es el embrión de la futura línea de luz que los unirá.

Todo este proceso abarca una extensa cantidad de tiempo. El Yo Superior y los Instructores empiezan a notar su existencia al final de este período, pero no intervienen.