“El hombre debe ante todo recuperar un estado donde se exprese totalmente esta verdadera transparencia que le ofrece la magnífica función de ser un instrumento lúcido y consciente de la obra universal”
El notable interés que el hemisferio occidental ha mantenido en la meditación, en los últimos cincuenta a sesenta años, hace prever que nuestro nivel de Ser pueda ascender lo indispensable para que nuestro nivel de “tener” deje de ser tan prioritario en nuestra cultura, esto podría coadyuvar, en un no tan lejano plazo, a hacer de la meditación un pilar fundamental de nuestra educación.
Las personas más intuitivas e iluminadas del mundo, saben que el sufrimiento de la humanidad se debe a que nuestra percepción es errónea porque está basada en interpretaciones aparentes y superficiales de los hechos y circunstancias. Sólo el aquí y ahora nos puede dar una percepción total.
La meditación da una limpia transparencia a la percepción que se agudiza diáfanamente al volver hacia el interior. El espíritu despliega sus facultades y se intensifica en el presente acausal e intemporal. Estos requisitos permiten al meditante conocer la realidad y “darse cuenta”. Liberado de los condicionamientos, de las memorias temporales y habiendo desanquilosado al ego, obtiene el estado necesario para recibir la Plenitud que es su condición natural. La compasión lo inunda, porque ha comprendido que su naturaleza es la naturaleza de todas las cosas. Al haber sido cerrada la brecha entre lo humano y lo divino puede dar testimonio del Ser Trascendente: Plenitud – Amor – Consciencia.
Las enseñanzas esotéricas reconocen que el universo es una escala de procesos energéticos, cuya fuente de origen es la Consciencia. Todo estaría subordinado al Absoluto y todo emanaría de Él.
El hombre despierto e iluminado, no identificado con su cuerpo permite que esa energía se manifieste suscitándole la transparencia de la trascendencia, logrando un destello especial y emanando una singular irradiación, porque goza de la comprensión final de toda experiencia y es capaz de integrar los dos mundos: la consciencia del yo ligado al espacio tiempo y su pertenencia a ese SER sobrenatural presente en su Ser esencial.