Sería útil reflexionar sobre este fenómeno generalizado de búsqueda de caminos hacia el alma, en el cual los recodos aparecen en forma imprevista, y que puede llevarnos más lejos todavía: hacia las leyes cíclicas de aparición de avatares en este mundo.
La proliferación de las sectas trae como consecuencia métodos de “recuperación” de adherentes adoctrinados, promovidos por familiares afectados. La tecnología psicológica se asocia a veces con la violencia para rescatar aquellos que considera en grave peligro de ser destruidos en su esencia más profunda: el libre albedrío. En la mayor parte de los casos, es aparentemente de su propia voluntad intacta que los individuos adhieren a las tales sectas. Sucede simplemente que el nivel de su autonomía es restringido por las circunstancias. Muy a menudo, si no siempre, no se escoge con conocimiento de causa, pues no hay un criterio exterior. En los regímenes políticos democráticos occidentales, no importa quién puede enseñar no importa qué, con toda impunidad.
La tecnología psicológica, – la Iglesia de la Scientología – no va siempre adelante. Se le opone un ritual antiguo, un lenguaje del cual sólo es comprendida una mínima parte del contenido: el Budismo Tibetano que atrae mucha gente, aunque se trata también de otra tecnología psicológica, pero que no se impone. En el primer caso es la dominación, en el segundo caso, la influencia. Entre estos dos polos se encuentra toda la gama de caminos de búsqueda.
El Profeta es aquel que – según la etimología griega – anuncia por anticipado”; o como lo indica el diccionario: “una persona que pretende revelar verdades ocultas en el nombre de un Dios en el cual ella se inspira”. El significado del término tendría que ser ampliado. El Nuevo Profeta puede ser el heredero de una tradición más o menos antigua, o el autor de su propio sistema. El grupo del que es heredero o el que él ha formado, le sirve de prueba, de coartada o de medio de presión, y en todo caso de medio de subsistencia material.
Há cerca de 10 anos, venho refletindo e tentando instigar meus pacientes de consultório a refletirem sobre uma modalidade de poluição que ainda não foi detectada: trata-se de uma auto poluição de natureza comportamental. É algo ensinado e aprendido; que vem do berço; prática reproduzida a torto e direito; instigada por todo mundo e em tempo integral; vigente entre todos os povos; presente em todas as religiões e escolas filosóficas. Em suma, trata-se de uma verdadeira praga psico-comportamental que estamos longe de imaginar. Qual seria essa praga, ou o pior de todos os males que até hoje afetou os humanos?
Para clarear, usarei uma analogia. Sabe-se que a degradação do ambiente se dá em razão do nosso comodismo. Apenas remo-vemos para longe o lixo que se encontra próximo ou que “nos toca”. Agora, a minha hipótese. Quando descartamos da tela mental (consciência) um conteúdo que não suportamos, essa imagem é lançada de qualquer maneira – como um entulho – no espaço, ou ambiente interior. Porém, esse espaço invisível (mui longínquo, e, por isso mesmo usado para nossos descartes) reage, degrada e repele, no devido tempo, o material nocivo que ali, habitualmente, lançamos. Decerto, as repercussões se farão sentir, tanto no corpo, quanto no psiquismo do incauto, apesar de bem intencionado. Tais danos, obviamente, irão repercutir no corpo familiar e social, da mesma forma que a poluição provocada por um indivíduo atinge indiscriminadamente a todos. Enquanto a poluição ambiental é um assunto eminentemente público, a poluição introjetada, ao contrário, é algo de cuja solução é estritamente individual. Eis um desafio para os visitantes deste espaço. Tragam suas ideias, por favor. Vamos abrir a roda. Essa poluição é nossa mas parece que ninguém desconfia.