De los libros de Hermes, el Tres veces Grande, procedentes del país del Nilo, han quedado muy pocos datos y escasos originales dignos de auténtica fe.

Según antiguas crónicas, en la famosa Biblioteca de Alejandría, durante el reinado de la última dinastía de los Tolomeos, se guardaban de Hermes, el más sabio maestro de la antigüedad, 42 libros esotéricos que resumían toda la sabiduría de las edades.

Mas, después de la inmensa catástrofe que significó el gran incendio que asoló dicha Biblioteca a raíz del desembarco de la armada romana de Julio César en el puerto de Alejandría, no se pudo recuperar sino algunos fragmentos que se suponen son derivados de fieles traducciones griegas efectuadas por escribas y eruditos por encargo de los faraones Tolomeos.

Ellos son El Pymander, El Kybalión, ciertos libros de poemas sueltos y El Libro a la Salida de la Luz del Día, más conocido como Libro de los Muertos, por haberse encontrado ejemplares de él dentro del sarcófago de las momias de algunos destacados egipcios. Algunos fragmentos sueltos proceden de citas
de las que fueron depositarias diversas escuelas de la época: gnósticas, teosóficas, platónicas, herméticas o eclécticas, acogidas en Alejandría y más tarde agrupadas e interpretadas bajo el título genérico de Libros de Toth-Hermes.

Tales libros de Toth circularon profusamente durante el período de dominación romana por los tres continentes de África, Europa y Asia cercana bajo el lema de Copus-Herméticum en traducción latina la que, unida a la griega, a otras de procedencia árabe y a las egipcias en lengua popular, han llegado hasta nuestros días.

La línea esencial de toda la ideología hermética es la afirmación básica de un solo inmenso dios y de una sola religión raíz, científica y filosófica, a la que servían sabios moral y espiritualmente excelsos, ya que no podía encarnar tan elevada doctrina en quien no estuviera dotado de verdadera experiencia espiritual. Así
lo justifican los sabios herméticos.

De ello se infiere que las verdades herméticas no podían transferirse integralmente más que a través de un auténtico y probado merecimiento.