-Ningún hombre –decía el hierofante- escapa a la muerte, y toda alma viviente está destinada a la resurrección. El adepto pasa en vida por la tumba para entrar desde ahora en la luz de Osiris. Acuéstate pues en esa tumba, y espera la luz. Esta noche franquearás la puerta del Espanto y alcanzarás el umbral de la Maestría.
El adepto se acostaba en el sarcófago abierto; el hierofante extendía la mano sobre él para bendecirle, y el cortejo de los iniciados se alejaba en silencio de la cripta. Una pequeña lámpara depositada en tierra ilumina aún, con su resplandor dudoso, las cuatro esfinges que soportan las columnas pequeñas de la cripta. Se oye un coro de voces profundas, bajo y helado. ¿De dónde viene? ¡El canto de los funerales!… Ya expira; la lámpara arroja un último resplandor y se apaga por completo. El adepto queda solo en las tinieblas: el frío del sepulcro pasa sobre él, hiela todos sus miembros. Pasa gradualmente por las sensaciones dolorosas de la muerte, y queda aletargado. Su vida desfila ante él y cuadro sucesivos como una cosa irreal, y su conciencia terrestre se vuelve cada vez más vaga y difusa. Pero, a medida que siente su cuerpo disolverse, la parte etérea, fluída, de su ser, se destaca. Entra en éxtasis….
¿Qué es ese punto brillante y lejano que aparece imperceptible sobre el fondo negro de las tinieblas? Se aproxima, se agranda, se convierte en una estrella de cinco puntas cuyos rayos tienen todos los colores del arcoíris, y que lanza en las tinieblas descargas de luz magnética. Ahora es un sol quien le atrae en la blancura de su centro incandescente.
-¿Es la magia de los maestros la que produce aquella visión? ¿Es lo invisible que se hace visible? ¿Es el presagio de la verdad celeste, la estrella flamígera de la esperanza y de la inmortalidad?- La visión desaparece, y en su lugar un capullo brota en la noche: una flor inmaterial, pero sensible y dotada de un alma. Porque se abre ante él como una rosa blanca y extiende sus pétalos; ve vibrar sus hojas vivas y enrojece su cáliz inflamado. -¿Es flor de Isis, la Rosa mística de la sabiduría que encierra el Amor en su corazón?-. Mas he aquí que la rosa se evapora como una nube de perfumes. Entonces, el extático se siente inundado de un soplo cálido y acariciador. Después de haber tomado formas caprichosas, la nube se condensa y se vuelve una figura humana. Es la de una mujer, la Isis del santuario oculto; pero más joven, sonriente y luminosa. Un velo transparente se arrolla en espiral a su alrededor, y su cuerpo brilla a través. En su mano sostiene un rollo de papiros. Se aproxima despacio, se inclina sobre el iniciado acostado en la tumba, y le dice: “Soy tu hermana invisible, soy tu alma divina, y éste es el libro de tu vida. Él contiene las páginas completas de tus existencias pasadas y las páginas blancas de tus vidas futuras. Un día las desarrollaré todas ante ti. Me conoces ahora: llámame y volveré”. Y mientras habla, un rayo de ternura ha brotado de sus ojos… ¡Oh presencia de un doble angélico, promesa inefable de lo divino, fusión en el impalpable más allá!…