Pero todo se quiebra, la visión se borra. Un desgarramiento atroz, y el adepto se siente precipitado en su cuerpo como en un cadáver. Vuelve al estado de letargo consciente; círculos de hierro retienen sus miembros; un peso terrible pesa sobre su cerebro; se despierta…, y en pie ante él está el hierofante acompañado de los magos. Le rodean, le hacen beber un cordial, se levanta.
-Ya has resucitado –dice el sacerdote-: ven a celebrar con nosotros el banquete de los iniciados, y cuéntanos tu viaje en la luz de Osiris. Porque eres desde ahora uno de los nuestros.
Transportémonos ahora con el hierofante y el nuevo iniciado sobre el observatorio del templo, en el tibio esplendor de una noche egipcia. Allí es donde el jefe del templo daba al reciente adepto la grade revelación, contándole la visión de Hermes. Esta visión no estaba escrita en ningún papiro. Estaba en las estelas de la cripta secreta, conocida sólo por el hierofante. De pontífice en pontífice, la explicación se transmitía verbalmente.
-Escucha bien –decía el hierofante-: esta visión encierra la historia eterna del mundo y el círculo de las cosas.
V.- La Visión de Hermes
“Un día Hermes se quedó dormido después de reflexionar sobre el origen de las cosas. Una pesada torpeza se apoderó de su cuerpo; pero a medida que su cuerpo se embotaba, su espíritu subía por los espacios. Entonces le pareció que un ser inmenso, sin forma determinada, le llamaba por su nombre. -¿Quién eres?- dijo Hermes asustado. –Soy Osiris, la inteligencia soberana, y puedo revelarte todas las cosas. ¿Qué deseas? –Deseo contemplar la fuente de los seres, ¡oh divino Osiris!, y conocer a Dios. –Quedarás satisfecho.
En ese momento Hermes se sintió inundado por una luz deliciosa. En sus ondas diáfanas pasaban las formas encantadoras de todos los seres. Pero de repente, espantosas tinieblas de forma sinuosa descendieron sobre él. Hermes quedó sumergido en un caos húmedo lleno de humo y de un lúgubre zumbido. Entonces una voz se elevó del abismo. Era el grito de la luz. En seguida un fuego sutil salió de las húmedas profundidades y alcanzó las alturas etéreas. Hermes subió con él y se volvió a ver en los espacios. El caos se despejaba en el abismo; coros de astros se esparcían sobre su cabeza, y la voz de la luz llenaba lo infinito.