De este modo los Misterios salvaron el alma del Egipto de la tiranía extranjera, y esto para bien de la humanidad. Porque tal era entonces la fuerza de su disciplina, el poder de su iniciación, que encerraba en sí una mejor fuerza moral, su más alta selección intelectual. La iniciación antigua reposaba sobre una concepción del hombre a la vez más sana y más elevada que la nuestra. Nosotros hemos disociado la educación del cuerpo de la del alma y del espíritu. Nuestras ciencias físicas y naturales, muy avanzadas en sí mismas, hacen abstracción del principio del alma y de su difusión en el universo; nuestra religión no satisface las necesidades de la inteligencia, nuestra medicina no quiere saber nada ni del alma ni del espíritu. El hombre contemporáneo busca el placer sin la felicidad, la felicidad sin la ciencia, y la ciencia sin la sabiduría. La antigüedad no admitía que se pudiesen separar tales cosas. En todos los dominios, ella tenía en cuenta la triple naturaleza del hombre. La iniciación era un adiestramiento gradual de todo el ser humano hacia las cimas vertiginosas del espíritu, desde donde se puede dominar la vida. “Para alcanzar la maestría –decían los sabios de entonces- el hombre tiene necesidad de una refundición total de su ejercicio simultáneo de la voluntad, de la intuición y del razonamiento. Por su completa concordancia, el hombre puede desarrollar sus facultades hasta límites incalculables. El alma tiene sentidos dormidos: la iniciación los despierta. Por medio de un estudio profundo, una aplicación constante, el hombre puede ponerse en relación consciente con las fuerzas ocultas del universo. Por un esfuerzo prodigioso, puede alcanzar la perfección espiritual directa, abrirse las vías del más allá, y hacerse capaz de dirigirse a ellas. Entonces, solamente, puede decir que ha vencido al destino y conquistado su libertad divina. Entonces sólo, el iniciado puede llegar a ser iniciador, profeta y teúrgo, es decir: vidente y creador de almas. Porque sólo el que se domina a sí mismo puede dirigir a los otros; sólo es libre el que puede libertarse, únicamente puede emancipar el que está emancipado.