Un trazo que contiene naturaleza positiva en grado superlativo, se convierte en negativo. Un trazo positivo de menor fuerza, permanece invariable. En la parte del Gran Tratado, los positivos en movimiento se designan con el número 9, los negativos en movimiento con el 6. El 7 y el 8 no tienen significado. De esta forma se presenta una serie de estados simbólicamente expresados, susceptibles de convertirse unos en otros.

Hay que considerar el valor simbólico de las líneas. Por lo general se considera que los trazos superiores de los dos trigramas (líneas tres y seis del hexagrama) contienen la voluntad del cielo; los trazos medianos (líneas 3 y 5), la voluntad del hombre, los trazos inferiores (1 y 4), la voluntad de la tierra.

Richard Wilhelm, partiendo de la conexión existente entre cada hexagrama y su “hexagrama nuclear”, destaca también que los trazos superior e inferior, (líneas 6 y 1), no pertenecen más que a un solo trigrama, los trazos medianos, (líneas 2 y 5) a dos trigramas, los trazos del centro(líneas 3 y 4) a tres trigramas. Llega a la conclusión de que los trazos superior e inferior, tienen tendencia a “caer fuera de conexión”, que los trazos medianos están en equilibrio, (la mayor parte del tiempo favorable) y que los trazos del centro trastornan ese equilibrio.

Las líneas 1,3 y 5 tienen un carácter Yang, activo enérgico, duro. Las líneas 2, 4, y 6 tienen un carácter Yin, pasivo, maleable, sumiso.

A la luz de la mutación y a las imágenes de los estados mutantes, tal como lo establecen los 64 hexagramas, se agregó otro factor. Cada situación requería para poder adaptarse a ella, un específico modo de actuar.

El Rey Wen y el Duque de Zhou, dieron claros consejos para una actuación correcta. Gracias a este hecho, el hombre pudo intervenir en forma decisiva en el acontecer universal por medio de factores que eran determinantes, cuanto más pronto se lograran reconocer los gérmenes del acontecer mediante el I Ching. Todo dependía de los gérmenes porque sólo en gestación es posible guiar las cosas.