Al hablar de Budismo y ecología tal vez podríamos usar el término “percepción ecológica”. Es útil señalar que en las culturas Budistas tradicionales nunca fue necesario crear la palabra “ecología”; incluso el término “ambiente” es raro de encontrar en los lenguajes Budistas clásicos.

Y cuando miramos las culturas Budistas, encontramos que ellas viven en un estado de armonía con la naturaleza que para nosotros es casi envidiable. Podemos preguntarnos entonces qué es lo que hay en esas culturas que les ha permitido vivir de esa manera, sin dejarse arrastrar por la explotación de los recursos naturales en la forma que nosotros lo hacemos.

Nuestra tarea al hablar de Budismo y ecología es la de desentrañar, desde el interior de la tradición Budista, el entendimiento y la comprensión que sustentan las maneras ecológicas de vivir respetando la naturaleza. De todas las tradiciones no-occidentales, el Budismo se ha constituido en una de las formas más filosóficamente complejas, dándonos una gran cantidad de ideas, conceptos, percepciones y tradiciones que podemos examinar para la construcción de una visión ecológica que nos ayude en nuestro presente dilema. Esta visión proviene de una tradición que ha vivido muy natural y espontáneamente de manera ecológica.

Me gustaría considerar algunas imágenes Budistas clásicas e interpretarlas en términos de lo que podrían significar para nosotros hoy. Creo que esto es parte del proceso de avance de las culturas Budistas en su influencia sobre la civilización occidental. En ellas metáforas e imágenes que tuvieron significado en el Este adquieren un nuevo significado y enfrentan las necesidades de nuestra propia sociedad en el momento presente.

La primera imagen es la del fuego. Muchos de ustedes no titubean en asociarla con el antiguo sermón del Buda llamado el Sutra del Fuego. En él, el Buda habla del mundo incendiándose. El dice que el mundo está ardiendo, que los ojos están ardiendo, que los oídos están ardiendo, y continúa citando cada tipo de experiencia y comparándola con la situación de lo que está incendiándose. Aquellos de ustedes que hayan leído “El País del Desperdicio” de T. S. Eliot, se habrán encontrado con la expresión: “Ardiendo, ardiendo, ardiendo…”