Lord Adrian, fisiólogo galardonado con el Premio Nobel, describe la mente como un instrumento creador de energía de profunda complejidad. Él dice: Los pensamientos fortuitos no conllevan cambios generalizados en la actividad celular; pero la meditación intensa, la concentración o el pensamiento dirigido dan lugar a una actividad celular que aumenta la producción de energía eléctrica en el cerebro”. Según este concepto, el cerebro es sensible a las leyes que gobiernan el comportamiento de las partículas. Podría ser que lo que las religiones llaman “revelación” y el fenómeno de la telepatía formaran parte de este comportamiento de las partículas. Ciertamente, la meditación es una forma de concentración que eleva las formas específicas de la sensibilidad.
El enfoque psicoanalítico del funcionamiento del cerebro y de los resultados de la actividad mental nos advierten sobre la necesidad de ser cautelosos a la hora de relacionar este fenómeno con aquellas experiencias que podrían razonablemente explicarlos. La moderna investigación científica ha hecho mucho por proyectar luz sobre los problemas que tradicionalmente han conducido a la creencia en un conocimiento revelado. Esto no significa que tal conocimiento no exista; significa que mucho de lo que inicialmente era atribuido a tales fuentes tendrá que ser reevaluado y matizado a la luz de la nueva comprensión de la estructura de la personalidad y de la influencia de los niveles inferiores de la consciencia sobre la conducta. Esto, a su vez, nos posibilitará el análisis tanto del hombre de mente perturbada como del místico, para atribuir debidamente el fenómeno observado a su fuente verdadera. Sólo entonces enfocaremos con precisión la cualidad única del conocimiento que procede de fuentes directamente reveladas.
Precisemos con claridad en qué consiste la idea tradicional de revelación. La sensación de que la consciencia del hombre tiene capacidad para comunicarse con la sabiduría cósmica viene ya de muy lejos. Juan Calvino sostenía que había un profundo sensus divinitatis en cada mente humana, que constituye la fuente de la revelación. Schleiermacher habla de lo que para él es misterium tremendum, una elevada consciencia que añade a la razón especulativa las poderosas intuiciones que están enraizadas en los sentimientos.