Ingresa a la Universidad de Munich donde estudia Economía, Filosofía y Psicología. Luego, en la Universidad de Kiel realiza un doctorado en Filosofía. Paralelamente, con un grupo de tres amigos más, de intereses afines, forman un grupo de búsqueda, práctica e investigación interior a través del silencio y la meditación que llamaron Quatuor. El cuarteto compartía consejos, pláticas y prácticas con aquellos que acudían a consultarles. Es la época en la que conoce y estudia al Maestro Eckhart, Lao Tsé, Rilke, San Juan y el budismo, aunque reconoce a Eckhart como mi maestro, el maestro.

Poco después de concluir su doctorado se casa, y es nombrado profesor del Instituto de Psicología de Leipzig. Le sigue una serie de años de actividades y logros académicos en las áreas de Filosofía y Psicología, tanto en Leipzig (1923) como en Breslau (1931) y el mismo Kiel. Pocos años antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial ingresa al círculo de la Política Extranjera de Berlín, participando en distintas gestiones de orden diplomática que lo llevan a numerosos viajes al extranjero. Las aguas del nazismo están para entonces bastante crecidas (1935), y el propio Rudolf Hess le encomienda algunas misiones. Es por esta época que Dürckheim descubre que una de sus abuelas era judía, noticia que le significará la pérdida de las misiones oficiales.

Japón
Providencialmente, o acaso por alejarlo de los puestos visibles u oficiales, es enviado en 1938 en misión cultural a Japón, para estudiar la relación e influencia de la espiritualidad japonesa en la educación. Así, para cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, Dürckheim ya se encuentra en Japón, donde permanece casi 10 años impregnándose del zen y practicando la meditación y aquel sagrado silencio al que ya era proclive desde los bosques de cacería de su infancia, en compañía de su padre. Su estancia en Japón se ve interrumpida por la muerte de éste, y tiene que volver brevemente a Alemania con este motivo, heredando de paso el título nobiliario de Conde que aquel ostentara. En Japón conoce también a D. T. Suzuki y continúa con sus prácticas, a las que se suma el dibujo y el tiro con arco. Tiene oportunidad de conocer las múltiples expresiones del zen en las artes marciales, la danza, los arreglos florales, etc. Observa la simplicidad aparente y búsqueda de la perfección en estas manifestaciones, a través de las cuales el practicante se va alineando dentro de sí hasta ser uno con aquello que realiza, y uno consigo mismo. El propio cuerpo es a la vez el instrumento y el resultado de la sincronización total del ser y del hacer; quien refina es refinado.