Lo que estoy haciendo no es la transmisión del Budismo Zen dice K. G. Dürkheim-; por el contrario, voy tras algo universalmente humano que proviene de nuestros orígenes y que resulta ser más enfatizado en las prácticas orientales que en las occidentales. A través de sus enseñanzas Dürckheim va haciendo una síntesis de todo aquello que tienen en común el taoísmo, el budismo zen, el misticismo cristiano y la psicología profunda de raíz junguiana, convirtiendo aquello en una práctica y una forma de vida, aplicada en forma individualizada y única al proceso de individuación de cada persona.
Además de las terapias físicas, Dürckheim, junto a M. Hippius, desarrollan la enseñanza a través de charlas y pláticas, sesiones de psicoterapia para problemas específicos, y desde luego, las prácticas de la vigilancia crítica de uno mismo y de la meditación. Así como se ha buscado hacer al cuerpo físico transparente a los influjos del Ser, se busca hacer la mente transparente a la misma irradiación. Enseña y practica constantemente el zazen, desarrolla seminarios, talleres y trabajos de grupo, con el único objetivo de la realización del hombre, concebida como su transparencia total al Ser. Esta transparencia se debe preservar mediante la práctica y la auto-observación para que sea realidad cada día, en la consciencia permanente de la unidad de todos los seres, y en un estado habitual de franqueza, apertura, receptividad y presencia en el momento presente.
En 1981, Dürckheim abre un centro en Francia, dirigido hasta el presente por su discípulo y colaborador Jacques Castermane, quien había abandonado sus estudios de Medicina en Bruselas para seguir al sabio de la Selva Negra, permaneciendo en el Centro de Rütte por seis años. En forma concisa y contundente relata J. Castermane su encuentro con Dürckheim: En el año de 1967, en la casa de Erasmo, asistí a una conferencia de K. G. Dürkheim. Desde su primera frase me di cuenta de que aquel hombre era aquello que decía. Y así resume la relación con el maestro: Un guía muestra el camino, quien lo recorre llega a la cima por sus propios pies y no a los hombros de aquel.
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