El conocimiento del hombre sobre las manifestaciones de la vida se ha acrecentado considerablemente en el pasado reciente. Desde el paleolítico hasta nuestros días, con la domesticación de los animales familiares y la selección de plantas útiles, el hombre ha hecho genética respetando los fenómenos naturales. Es sólo muy recientemente que el avance del conocimiento de los modos de transmisión de la vida ha roto este equilibrio con la explotación de técnicas que los procesos naturales no pueden en ningún caso realizar.

Para no citar más que algunos ejemplos, la utilización a gran escala de la inseminación artificial en los animales de cría ha permitido superar barreras geográficas o de comportamiento antes insuperables. Del mismo modo, la manipulación genética de las bacterias ha permitido recientemente modificar a voluntad ciertos caracteres genéticos y confeccionar cepas que ninguna selección natural o artificial había sido capaz de producir. Sin extendernos largamente sobre los mecanismos moleculares de transmisión de la vida, y sin entrar en el detalle de las técnicas de laboratorio, es posible pasar revista rápidamente a las aplicaciones previsibles de los medios de que ya se dispone.

La modificación genética en las bacterias
La información genética es transportada, como es sabido, por una molécula particular, el ADN. Según el orden en el que las bases púricas y pirimídicas se suceden en esta larga molécula, se halla instituido un verdadero código químico. Un poco a la manera de la cinta de una grabadora, sobre la cual está registrada toda una sinfonía, los cromosomas, conteniendo este ADN y situados en el núcleo de cada célula, portan la información genética.

Del mismo modo que la inserción de un casete en una grabadora en marcha obliga a ésta a reconstituir exactamente la obra registrada, así también el material genético incluido en un núcleo celular dicta a la célula y a sus descendientes un comportamiento particular.

a) Modificación del ADN:
En organismos tan rudimentarios como las bacterias, la molécula de ADN puede ser modificada de forma relativamente fácil. Desde hace algunos años se conocen, en efecto, enzimas capaces de cortar la molécula en lugares estrictamente determinados, de manera que sea posible preparar piezas separadas que puedan calzar exactamente en la rotura así creada. Es así posible sacar un segmento de ADN de un organismo cualquiera e incluirlo en el patrimonio genético de una bacteria . La precisión y la eficacia siguen perfeccionándose, pero el principio está indiscutiblemente logrado. Estos fenómenos son enteramente diferentes a las mutaciones ordinarias.

b) Las mutaciones provocadas:
Desde muy largo tiempo se sabía que las radiaciones atómicas, o ciertas sustancias químicas altamente reactivas tales como los radicales libres, podían modificar localmente la molécula de ADN, produciendo allí un cambio muy localizado, un poco como la errata de imprenta resultante del descuido de un tipógrafo. Estas mutaciones, estables y transmisibles, eran imposibles de prever. Sin importar dónde la radiación golpeara, no se podía anticipar qué gen sería tocado, ni en qué sentido sería modificado. De allí la necesidad de esperar resultados cuya inmensa mayoría se revela desfavorable, y de seleccionar eventualmente el cambio interesante que hubiera podido producirse por azar. De todos modos, estas mutaciones provocadas no podían más que modificar a ciegas un gen preexistente, pero de ningún modo incluir uno nuevo.

c) Las mutaciones dirigidas:
Es posible la inclusión de nuevos genes en las bacterias utilizando como transportador a un virus, un bacteriófago que remolca un fragmento extraño al interior del cuerpo bacteriano. A priori, se podría tener en consideración el fabricar de este modo ciertos productos útiles cuya síntesis es muy delicada (polipéptidos hormonales, medicamentos diversos, etc.), transformando cultivos bacterianos que devendrían así en manufacturas poco costosas y fantásticamente especializadas.

Sin embargo, la inexactitud de las manipulaciones que hace temer la aparición de cepas patógenas no conocidas aún, resistentes a toda medicación, o incluso modificaciones imprevistas, eventualmente cancerígenas, de cepas hasta hoy banales, han impulsado a la Academia de Ciencias de Washington a proponer una moratoria sobre estas experiencias, ya que sus consecuencias son aun desconocidas.

Tal prudencia puede ser muy exagerada. Sin embargo, esta puesta en guardia parece sabia para prevenir riesgos muy poco probables en verdad, pero que nadie puede excluir a priori.

La manipulación de genes en el hombre
Es obvio que el reemplazo de un gen defectuoso sería muy deseable. Ello podría hacerse ya sea incluyendo, en el lugar y sitio del gen anormal, un segmento de ADN tallado sobre medida y portador de la información genética deseada, o ya sea infectando las células con un virus capaz de vegetar allí, sin acarrear desorden, y portador de un factor genético útil.

El interés de estas manipulaciones es evidente. En un gran número de afecciones genéticas , el enfermo
es incapaz de efectuar una reacción química particular y toda la terapéutica substitutiva demuestra que si esta reacción puede ser restablecida, el enfermo es sanado. Este es el tratamiento clásico de la diabetes por la insulina.

Sin embargo, cualesquiera sean las declaraciones de la prensa , esta terapéutica por inclusión de gen está fuera de alcance, por un tiempo que no puede ser estimado. La idea de fabricar superhombres añadiendo caracteres considerados favorables, representa un riesgo aún menor para el futuro inmediato.

Sin querer profetizar, puesto que cada cual sabe cuán rápido evolucionan las concepciones en ciencia, se puede decir que los peligros de la biología desnaturalizada no provienen actualmente de estos métodos,. Para nuestra especie al menos.

Por el contrario, otras manipulaciones son de temer. Estas no pretenden invadir los elementos del código genético en sí mismo sino sistemas ya mucho más complicados: las células reproductoras primero, o el feto luego, y más tarde, el adulto mismo.

Son estos riesgos tan reales – puesto que los métodos están ya codificados – que deben ser discutidos.

La manipulación de células reproductoras
Es relativamente fácil manipular las células masculinas, los espermatozoides, que están justamente equipados para poder sobrevivir fuera de su tejido de formación (los túbulos seminíferos del testículo) y son capaces de soportar y de efectuar por ellos mismos el largo viaje, desde la cavidad vaginal hasta la trompa de Falopio, travesía que los lleva finalmente a contactar con el óvulo y fecundarlo.

a) El frío intenso:
Por colocación en frío intenso (cerca de -180 en nitrógeno líquido) es posible conservar los espermatozoides durante tiempos muy largos, calculándose ya en más de diez años. Teóricamente, la conservación , tan cerca como sea posible del cero absoluto, debería ser casi infinita. A este frío intenso corresponde una detención de toda actividad química y las células son así congeladas en lo que podría ser una suspensión de la duración fisiológica. Si se ha tenido el cuidado de bajar la temperatura progresivamente y de poner los espermatozoides en un medio adecuado que permita a las moléculas solidificarse como un vidrio y no como un revoltijo de cristales, la estructura fina es enteramente respetada. Después de volver a calentarlas, las células pueden ponerse nuevamente en actividad y los espermatozoides recuperan su movilidad y su poder fecundante.

Son posibles muchas utilizaciones y algunas se han realizado.

b) Los bancos de esperma:
Se concuerda fácilmente en que pueda ser valioso conservar el semen de un reproductor, un poco como se haría con la semilla de una planta. En veterinaria , esto rinde enormes servicios, puesto que es posible, después de algunos ensayos, probar la calidad de la descendencia de un caballo, o de un toro, antes de utilizar la inseminación artificial en gran escala.

En nuestra especie, la inseminación es utilizada sobre todo para paliar la imposibilidad de fertilización. La inseminación en sí misma es en efecto un procedimiento relativamente sencillo, puesto que el simple depósito del espermatozoide sobre el cuello del útero, o en la cavidad misma, realiza una de las etapas del proceso natural. Todos estos niños engendrados así son biológicamente legítimos (salvo errores por envasado).

La otra utilización concierne a la infertilidad masculina, siendo entonces utilizado el esperma de un donante. Aquí los niños son adulterinos puesto que el padre biológico no es el marido de la madre.

Parecería que son de temer numerosas consecuencias psicológicas para la madre y el niño, dígase lo que se diga sobre este punto. Sin embargo, biológicamente los niños son enteramente naturales, como los del adulterio o de la ilegitimidad en cualquier parte.

La idea de seleccionar la simiente de ciertos sujetos catalogados como superiores no ha dejado de ser lanzada. Se ha propuesto reemplazar la buena y vieja manera de hacer niños, por una inseminación voluntaria con Premios Nobel como donantes.

Otro riesgo más insidioso es el de los matrimonios incestuosos desconocidos. En una misma pequeña ciudad, si el mismo donante es utilizado para engendrar numerosos descendientes, habría el riesgo de que se produzcan uniones entre medios-hermanos y medias-hermanas que ignoran totalmente su parentesco,
y verdaderamente se han producido ya en los Estados Unidos.

Aquí todos los riesgos ligados a la consanguinidad se vuelven a encontrar, con sus efectos desfavorables sobre la descendencia.

c) La elección del sexo:
Desde la más lejana antigüedad, la aparición en número poco más o menos igual de niñas y de niños ha dado lugar a innumerables hipótesis y a un número aún más grande de métodos empíricos destinados a procrear a voluntad a un sujeto masculino o a un sujeto femenino. Sin ningún éxito hasta aquí.
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Como se sabe, el ser humano posee 46 cromosomas, de los cuales un X y un Y están en el varón, mientras que la mujer tiene dos cromosomas X. En el momento de la producción de células reproductoras, sólo exactamente la mitad de los 46 cromosomas se reconocen en el espermatozoide. De esto se desprende
que cada célula reproductora lleva 23 cromosomas , por consiguiente un elemento de cada uno de los pares, un cromosoma N 1, un N 2, y así continuando hasta el N 22, y además un cromosoma sexual, sea un X o un Y, ya que estos cromosomas sexuales no son idénticos. En cada óvulo van también 23 cromosomas, de los cuales siempre uno es X.

Se ve, por lo tanto, que es el espermatozoide fecundante el que determina el sexo del niño. Si aporta un X,
el sujeto es XX, es decir, niña . Si aporta un Y, el sujeto es un XY, o sea, un niño. Por un método de tinción especial se puede reconocer si un espermatozoide porta un X o un Y. Pero esta técnica de investigación produce la muerte de la célula.

La idea de una separación de ambos tipos a menudo ha sido propuesta por los medios más diversos, pero ningún éxito real se logrado aún. Es de suponer, lo que no tiene nada de imposible, que sea descubierto algún día un método eficaz. Entonces la cuestión se centraría sobre si dejar a la pareja esta elección del sexo de los niños. Como lo dice muy bien Jean de Grouchy en Los nuevos Pigmaliones: el Estado debe poner en marcha sus computadores para saber cuál sería el mejor método para satisfacer el deseo de la mayoría de los padres (ellos quieren un niño) a la vez que preservar el equilibrio de los sexos en la siguiente generación . Un simple cálculo entrega en un abrir y cerrar de ojos la respuesta que los grandes computadores no dejaron de afirmar a través de inmensos cómputos: el único medio para evitar todo favoritismo y toda injusticia deliberada es el azar (como antes).

d) La separación de los malos genes:
Una aplicación aún más lejana sería inventar una especie de filtro capaz de detener los espermatozoides portadores de un mal gen para no dejar llegar al final más que a los buenos. Cuando un sujeto porta, en efecto, para la misma función química un gen normal y un gen patológico , transmite indiferentemente el
uno o el otro, es decir, una vez de cada dos. De ahí emana el interés teórico evidente en una manipulación tal que prácticamente reduciría a casi nada la carga genética soportada por cada generación. Se puede contar actualmente con que aproximadamente un niño sobre cien sufra de alguna enfermedad genética.
En relación con esto no se ha inventado ninguna manipulación aún, pero sería presuntuoso negar a priori toda posibilidad de este género.

e) La manipulación de los óvulos:
Las propuestas de intervención sobre la célula femenina, el óvulo, son mucho menos numerosas y mucho más difíciles de realizar en razón del pequeño número de estas células, una en cada ciclo menstrual en promedio.

Sin embargo, se conocen diversos cócteles hormonales para provocar ovulaciones múltiples , y sería posible el obtener de ciertas donantes una decena de óvulos maduros, por ejemplo. A pesar de ello, los óvulos no se guardan en bancos, pues no toleran bien el frío intenso, a diferencia de los embriones y los espermatozoides.

f) Las implicaciones morales:
Como se puede ver, dejando aparte la utilización para el mejoramiento de la raza humana pregonado por algunos, la manipulación de células reproductoras podría ser más peligrosa que útil.

Hasta donde es posible juzgar, los efectos psicológicos podrían ser más graves. La disociación entre la paternidad y el acto de amor, a veces comparada a la sublimación afectiva encontrada en la adopción, es
de hecho muy diferente, puesto que uno de los procreadores, la madre, es un progenitor biológico “bona fide”, mientras que el padre es totalmente lejano a sus hijos.

Por otra parte, la intervención de un científico que procure o manipule los gametos, viene a constituir como la sustitución del marido real, estrictamente hablando , lo que va en contrario no sólo de la naturaleza sino de la función misma del especialista, que es colaborar , facilitar, permitir que lo natural se produzca.

La generalización de estos métodos podría traer la creación de un abismo aún más grande entre las generaciones , con toda la inestabilidad afectiva o racial que puede deducirse.

Continúa en el siguiente artículo…