En la comunidad no se reciben donaciones ni se tienen bienes personales, pero sí los reciben para causas determinadas. Los miembros que reciben alguna herencia la donan a alguna de las obras de la comunidad. No poseen bienes, ni oficinas, y se dice que anualmente se destruye todo documento y estadística, para no caer un día en la tentación de celebrar nuestra propia historia, según su fundador.
La Cruz de Taizé
Pensamientos
El hermano Roger no buscaba formar una Iglesia ni un credo diferente del código del amor seguido por los hombres de buen corazón de todos los tiempos, con o sin religión establecida. Para él, el sentido de la religión era Liberar el fondo de bondad de los hombres, ir allí donde está totalmente oculta. Para el pastor esa bondad esencial estaba en el fondo de todos los seres: En lo más profundo de la condición humana descansa la espera de una presencia, el silencioso deseo de una comunión. Nunca lo olvidemos, ese simple deseo de Dios es ya el comienzo de la fe. Su certeza absoluta de la esencialidad del bien lo reitera a menudo: Por muy radical que sea el mal, éste nunca será tan profundo como la bondad.
El teólogo Olivier Clément, en su libro Taizé: Un sentido a la Vida, escribe: La confianza es una palabra clave en Taizé. Los encuentros animados por la comunidad, en Europa y en los otros continentes, forman parte de una peregrinación de confianza a través de la tierra. La palabra confianza es quizá una de las palabras más humildes, más cotidianas y más sencillas que existen, pero al mismo tiempo una de las más esenciales. En lugar de hablar de amor, de ágape, o incluso de comunión, de koinonía, que son palabras voluminosas, es mejor hablar de confianza, pues en la confianza están presentes todas estas realidades. En la confianza está el misterio del amor, el misterio de la comunión, y finalmente el misterio de Dios como Trinidad.
Refiriéndose a los encuentros organizados por la comunidad, Clément dice: se articulan desde hace muchos años en torno al tema vida interior y solidaridades humanas. Debemos aspirar a este cristianismo, puesto que cuanto más se llega a ser una persona de oración, más se llega a ser una persona responsable. La oración no nos libera de las tareas de este mundo: nos vuelve todavía más responsables. Nada es tan responsable como orar. Esto hay que comprenderlo verdaderamente y hacérselo entender a los jóvenes. La oración no es una diversión, ni una especie de droga para el domingo, la oración nos introduce en el misterio del Padre, en el poder del Espíritu Santo, en torno a un Rostro que nos revela a todo rostro, y nos hace finalmente servidores de todas las personas.