En su última visita a Taizé, Juan Pablo II se dirige a los jóvenes allí congregados: Al igual que vosotros, peregrinos y amigos de la comunidad, el Papa está de paso. Pero se pasa por Taizé como se pasa junto a una fuente. El viajero se detiene, bebe y continúa su ruta. Los hermanos de la comunidad, ya lo sabéis, no quieren reteneros.. Cuando se marcha, deja un mensaje escrito a toda la comunidad, del que extractamos algunos párrafos:
Queridos hermanos, en la intimidad familiar de este breve encuentro, quisiera expresaros mi afecto y mi confianza con las sencillas palabras con las que el Papa Juan XXIII, que tanto os quería, saludó un día al hermano Roger: “Ah Taizé, esa pequeña primavera! Mi deseo es que el Señor os guarde como una primavera que irrumpe y que os guarde sencillos, en la alegría evangélica y en la transparencia del amor fraterno.
Cada uno de vosotros ha venido aquí para vivir en la misericordia de Dios y en la comunidad de sus hermanos. Consagrándoos a Cristo con todo vuestro ser por amor a Él, habéis encontrado lo uno y lo otro.
Pero además, sin que lo hayáis buscado, habéis visto venir a vosotros, por miles, jóvenes de todas partes, atraídos por vuestra oración y vuestra vida comunitaria. Cómo no pensar que esos jóvenes son el regalo y el medio que el Señor os da para estimularos a permanecer juntos, en la alegría y en la frescura de vuestro don, como una primavera para todos los que buscan la auténtica vida?
No lo olvido: en su vocación única, original e incluso, en cierto sentido provisional, vuestra comunidad puede suscitar el asombro y tropezar con la incomprensión y la sospecha. Pero a causa de vuestra pasión por la reconciliación de todos los cristianos en una comunión plena, a causa de vuestro amor por la Iglesia, estoy seguro de que sabréis continuar, dispuestos a la voluntad del Señor.
Sabéis cuánto por mi parte considero el ecumenismo como una necesidad que me incumbe, una prioridad pastoral en mi ministerio, para la cual cuento con vuestra oración. Queriendo ser vosotros mismos una “parábola de comunidad”, ayudaréis a todos los que encontréis a ser fieles a su pertenencia eclesial, que es el fruto de su educación y de su elección consciente, pero también a entrar cada vez más profundamente en el misterio de comunión que es la Iglesia en el designio de Dios.