Este es un hermoso tiempo y una ocasión única para encontrar almas que estén en la senda de descubrir
su propia luz y su propio ser. Cuando encontramos gente que está buscando sinceramente, desde afuera hacia adentro, se produce un momento de comunicación y de gozo, un momento de unidad y comunión.

Ustedes verán que en todas las religiones los buscadores se han esforzado por ver la luz interior. Así en el Hinduísmo, Budismo, Jainismo, Cristianismo, Judaísmo, Taoísmo, o cualquier otra religión. Cada una empezó con la indagación de conocer al Yo Superior y trascender el yo inferior. De acuerdo a las condiciones geográficas, el ambiente y las necesidades de los buscadores, cada religión ha aportado ciertas perspectivas.

Me gustaría tratar las formas de meditación desde el punto de vista Jaín, dar una pequeña reseña del Jainismo y explicar como iniciarse en la meditación. También consideraremos qué es lo que queremos recibir de la meditación.

El jainismo proviene de la palabra jina que significa “aquel que ha conquistado a sus enemigos internos”.
No enemigos exteriores, sino interiores. Todos los enemigos externos son el resultado de enemigos internos. En vez de perder el tiempo conquistando enemigos externos, la gente sabia usa su tiempo conquistando los internos. Cuando ustedes conquisten sus enemigos internos, gobernarán el mundo sin ejércitos, sin ningún armamento. Todo el mundo estará con ustedes porque sus armas serán la compasión
y el amor.

Mahavira fue el último profeta, instructor y maestro de la línea de los veinticuatro grandes sabios Fue un gran vidente, uno de los que construyen puentes entre los hombres. Mahavira y Buda fueron contemporáneos, siendo el primero doce años mayor. Ambos eran príncipes y ambos trabajaron en la misma zona, conocida como Magadha, en el norte de la India. Mahavira fue un jina, es decir, se conquistó a sí mismo. Durante doce años y medio él guardó silencio. No enseñó durante ese tiempo, porque en tanto no hubo experimentado la realización suprema, no tuvo el anhelo de hacerlo. No es fácil tener control sobre el deseo de expresar las propias opiniones, por eso necesitamos la práctica del silencio.