Una expresión del propósito de la práctica espiritual y al mismo tiempo un punto de vista que es producto de ella, es llegar a entender que no existimos. No existimos de la manera que habitualmente creemos existir, como una entidad sólida e inalterable, que de alguna manera es diferente del mundo y del fluir cambiante del universo que nos rodea. Somos presa de una ilusión fundamental, la de que hay un ser o ego aparte, sólido e inalterable, al cual tenemos que proteger y defender y del cual, en cierto modo, pensamos que no morirá jamás. Esta ilusión es la causa principal que está en la base de los problemas de tensión, sufrimiento e infelicidad en la vida. Disolver este punto de vista, llegar a cierta desilusión del ego que no sea solamente intelectual ni una estructura de creencias religiosas (Todo es uno, etc.), sino una experiencia profunda e integrada del hecho de que no somos, puede arrancar de raíz las dificultades que pretende resolver la psicoterapia. Tal es también la esencia de la religión. Decir que no existimos como entidad aparte, también se puede decir de otra manera: que somos todo, que no hay manera de establecer un límite entre lo que somos y lo que los otros no son.

Hay varias categorías principales de meditación. Las dos distinciones más importantes de la meditación son la concentración y la visión interior. La meditación de concentración es toda una gama o clase de meditaciones en que se pone el acento en el adiestramiento de la mente, enfocándola fijamente en un objeto determinado. La concentración puede enfocarse en la respiración, en un mantra, en la llama de una vela o
en otros objetos, de manera que excluya otras distracciones, pensamientos y aportes. La mente, en tanto que energía, puede concentrarse de la misma manera que un láser puede concentrar la energía lumínica. El poder de concentración puede servir para trascender o para alcanzar toda una gama de estados mentales alterados o de percepciones diferentes de las normales. Frecuentemente son vivencias arrobadoras en tanto que no están sujetas a perturbaciones y son pacíficas y tranquilas. Además de ofrecer acceso a muchos estados alterados, el poder de concentración se puede aplicar también al análisis de nosotros mismos, de nuestras experiencias, y a la comprensión de aquello que configura el mundo de nuestra consciencia y nuestra vivencia.