Ya en el año 1500 antes de Cristo había en Egipto tres tipos de sanadores: el exorcista o mago, el sacerdote y el médico. Los seguimos encontrando en todas las formas de civilización bajo nombres diferentes. También hallamos en esa época muchos músicos llamados a actuar como terapeutas, tales como la sacerdotisa egipcia Shebut-n-mut, David, el rey tocador de arpa de la Biblia, el tocador griego de lira, Timoteo, entre otros. Ya en el siglo XVIII aparece el cantante Farinelli, y todos los músicos anónimos a quienes se encomendó tocar para los atacados por la tarántula, así como muchos otros en los tiempos modernos.
Todos estos curadores, magos, médicos, sacerdotes o músicos han tenido una relación de tipo diferente con sus pacientes. El uso que hicieron de la música en las curaciones ha variado según la concepción de la enfermedad y su tratamiento, sus funciones y creencias y, en mayor grado, su dominio musical y sus conocimientos. Podríamos, por lo tanto, dividir los procesos curativos en tres partes, los relacionados con la magia, con la religión y con el pensamiento racional. La música ha sido empleada en estos tres procesos de acuerdo a las creencias y costumbres de cada época.
Magia.- El hombre primitivo, que vivía en un mundo de espíritus y magia, creía que la enfermedad se debía a causas mágicas y que requería remedios mágicos. La causa de su mal tenía que ser un espíritu perverso que debía ser echado fuera. Suponía que el hechicero conocía las fórmulas mágicas secretas que dominaban a los malos espíritus. El podía emplear ordenes, amenazas, lisonjas, simulación o engaño durante ceremonias curativas especiales destinadas a expulsar el espíritu. La música, los ritmos, los cantos y las danzas desempeñaban un papel vital en los ritos, y eran compartidos por toda la comunidad.
El sonido y la música, por sus poderes mágicos, podían ayudar a vencer la resistencia del espíritu que provocaba la enfermedad.
Algunos de los recursos curativos mágicos poseían un valor que le reconocemos ahora sobre bases científicas. Actualmente empleamos algunas de las mismas plantas medicinales de entonces, pero sin los encantamientos y ritmos indispensables en la medicina primitiva. Ciertos ritos acompañados de música deben haber producido efectos psicológicos o catarsis sobre el enfermo, los que resultaban beneficiosos. Aunque la música iba dirigida en contra del espíritu maligno y no tenía el propósito de afectar al enfermo, este tiene que haberse sentido en un estado vulnerable y receptivo por la influencia directa de los ritmos que lo conectaban con el mundo invisible.