En efecto, el mundo material de lo infinitamente grande está constituido a partir de lo infinitamente pequeño. Una simple piedra reposa sobre su edificio atómico y este último reposa a su vez sobre neutrones, protones, electrones y centenares de partículas. Estas son principalmente una forma de ser o activaciones o polarizaciones de una sola y misma energía. Y la naturaleza de esta energía sobre la cual reposa todo el Universo, y por lo tanto el hombre, está infinitamente más cerca del espíritu que de la materia.
El Hombre y el Universo obtienen su substancia física y sus energías psíquicas de esta fundamental e indefinible esencia espiritual que los Despiertos (iluminados) del budismo califican como la base del mundo Hay que comprender bien que es de esta base que emana el primer impulso que alimenta al Universo entero, desde los constituyentes nucleares hasta los átomos, las moléculas, las células, todo lo que existe en el Universo infinitamente grande. Ni un solo átomo, ni una célula ni un ser vivo podrían existir, ni moverse, ni pensar, ni amar sin la presencia de esta vida universal y creadora.
La misión suprema y natural del hombre integral consiste en expresar directamente, aquí en superficie , las posibilidades infinitas de esta esencia de las profundidades. Esta disponibilidad perfecta del ser humano a los impulsos y a las directrices de su esencia profunda es lo que Krishnamurti llama la percepción unificada.
Esto requiere de parte de cada uno de nosotros una armonización de los elementos que nos constituyen . Esta armonización no debe estar construida en la perspectivas de las tradiciones espirituales que fomentan una estructuración de un yo poderoso deseando adquirir virtudes o conquistar grados de iniciación. Por el contrario, es el resultado de un perfecto conocimiento de sí mismo, desembocando en la disolución de la entidad que escoge, acumula, crece.
Sólo el cese de las tensiones engendradas por la conjugación del verbo tener confiere a la psiquis la paz interior y la transparencia necesaria para la realización de una perfecta disponibilidad al movimiento creador de la vida. Por esta razón, Krishnamurti definía a veces la sabiduría como una perfecta receptividad al movimiento de la vida. En inglés: Complete Vulnerability is Wisdom.