Allí, naturalmente, volvemos al reino del concepto y de la imagen. Meditar sobre estas cosas, especular sobre ellas, es tal vez abandonar la vacuidad. Pero es una actividad de la fe que se alza del reino del conocimiento y nos facilita el acceso a una inocencia superior y más vigilante: la inocencia de las vírgenes sabias que esperan con sus lámparas encendidas, en una vacuidad alumbrada por la gloria de la Palabra de Dios e inflamada por la presencia del Espíritu Santo. Esta gloria y esta presencia no son objetos que penetren en la vacuidad para llenarla. Ellas no son otra cosa que el no-condicionado de Dios mismo.
Extractado por Luisa Riquelme de
Thomas Merton.- El Zen y los Pájaros del Deseo.-Kairós.