Estos temas cristianos de vida en Cristo y de unidad en Cristo son bastante familiares, pero existe la impresión que en nuestros días, no son comprendidos en toda su profundidad espiritual. Sus implicaciones místicas son raramente exploradas. Se insiste sobre todo, con mucho más interés, sobre sus proyecciones sociales, económicas y éticas. Me pregunto si lo que D.T. Suzuki ha dicho de la vacuidad debería ayudarnos a profundizar más de lo que hacemos de ordinario en las doctrinas de nuestra unidad y pureza místicas en Cristo. Cualquiera que haya leído a San Juan de la Cruz y su doctrina de la noche oscura del alma se sentirá inclinado a plantearse la misma duda. Si se debe morir a sí mismo y vivir en Cristo, esto no significaría que debemos encontrarnos muertos y vacíos en lo que concierne a nuestro viejo yo? Si se debe ser movido en toda cosa por la gracia de Cristo, no se debería de alguna manera concebir esto como una acción nacida de la vacuidad, brotando del misterio de la libertad pura que es el amor divino, antes que como algo producido en y con nuestra personalidad egoísta y externa, naciendo de nuestros deseos y atada a nuestro propio interés espiritual ?

San Juan de la Cruz compara al hombre a una ventana a través de la cual brilla la luz de Dios. Si ella está limpia de toda mancha, es completamente transparente, nadie la ve, ella está vacía y no se ve más que la luz. Pero si un hombre lleva en él las manchas del egoísmo y de la preocupación espiritual con su yo ilusorio y externo aun en las buenas cosas, entonces el vidrio se ve claramente a causa de las manchas que tiene. Así, cuando un hombre pueda desprenderse de las manchas y del polvo que se producen en él por su fijación sobre lo que es bueno y malo respecto a sí mismo, será transformado en Dios y será uno con Dios.

Como dice San Juan de la Cruz: Permitiendo así a Dios actuar en ella, el alma desembarazada de toda niebla y toda mancha propias a las criaturas, lo que consiste en tener voluntad perfectamente unida con la de Dios, pues amar es trabajar en despegarse y en despojar por el amor de Dios de todo lo que no es Dios – es al mismo tiempo iluminada y transformada en Dios, y Dios le comunica su ser sobrenatural de tal manera que el alma parece ser Dios mismo y posee todo lo que Dios mismo posee Todas las cosas de Dios y el alma son una en la transformación participante; y el alma parece ser Dios más bien que el alma, y ella es, en efecto, Dios por la participación.