Se presentan tantas formas de soledad como sujetos que intentan vivirla. Considerada en su apariencia exterior, el acceso a la soledad debe resultar de una elección deliberada. Impuesta desde fuera, por motivos independientes de la voluntad, llega a ser rápidamente una prueba insostenible que se trata de evitar por todos los medios posibles. Si no, ella engendra un estado depresivo tanto más cruel cuanto resulta imposible de superar.
El error estaría en creer en la uniformidad de la existencia solitaria. Los tipos de soledad son diversos: corresponden a particularidades, a diferencias esenciales y también a vocaciones a descubrir por un previo conocimiento de sí.
De todas maneras – dejando a un lado los casos excepcionales – la opción por la soledad no concierne a la gente joven ni aun a individuos de edad madura. Es al fin de la existencia cuando se la privilegia, Como individuo marginal, el solitario se retira conscientemente del paso de los eventos y del mundo exterior. Y esto por motivaciones estrictamente personales.
Salvo excepciones, aquellos que tienen cargas de familia, padres, hijos, no desean vivir en soledad. La elección concierne a personas privadas de responsabilidades y provistas de un temperamento independiente. Conscientes de su ignorancia, ellas desean corregirla antes de su deceso.
Siguiendo un pasaje del Eclesiastés: ”Hay un tiempo para plantar y un tiempo para cosechar lo plantado… un tiempo para guardar y un tiempo para gastar… un tiempo para callar y un tiempo para hablar…” Glosando estos textos, sería posible agregar: “hay un tiempo para viajar y un tiempo para la estabilidad; un tiempo para enseñar a otros, ser conocido, y un tiempo para entrar de una manera definitiva en el Incógnito, en el perfecto anonimato antes y después del deceso.” Esta decisión conviene a ciertos solitarios y ella debiera ser totalmente respetada por sus amigos y también por desconocidos que quisieran tomarlos como tema de artículos publicables.
La soledad reviste muchos aspectos: vivir solo, sin compañero o compañera. Reencontrarse raramente con alguien. Ausencia de visitas. Lucha incesante contra el vagabundeo de los pensamientos. Las distracciones – desde fuera y desde dentro – provocan somnolencia ligera o profunda.