Es aquí donde la lógica nos traiciona. Lógicamente nada puede ser a la vez vacío y no vacío, si no es en el sentido que algo pueda tener dos aspectos diferentes. Es por eso que el occidental entrenado a pensar en términos de categorías lógicas cae, hasta cierto punto, en el dualismo. El puede admitir que, en abstracto, el vacío y el no vacío sean realmente una sola y misma cosa, pero las limitaciones que le impone su formación lógica lo obligan a considerar los dos aspectos coexistentes de la realidad: vacuidad y no- vacuidad, de todas maneras como transitoriamente separados en alguna medida. El iniciado oriental experimenta el mismo género de dificultad porque su experiencia en el estado místico (de vacuidad) difiere de su experiencia en el estado llamado “normal” (de no-vacuidad); pero, como su espíritu está menos moldeado por la lógica occidental, está desde el comienzo más dispuesto a admitir intelectualmente que el vacío y el no-vacío pueden ser una sola y misma cosa al mismo tiempo. Así en su búsqueda de una experiencia mística realmente vivida de la unidad de ambos, él tiene menos obstáculos que superar.

Se podría objetar que Huai-Hai había también sucumbido a este error del dualismo, porque él indica dos clases de vacío; pero estoy seguro que, menos que nadie, podría ser culpable (o víctima) de un error tan burdo. Es evidente que la distinción que establece es subjetiva: la vacuidad es asociada a la no-vacuidad en el espíritu de los que van y vienen entre un estado de conciencia que percibe todo como no-vacuidad y otro que percibe todo como vacuidad; pero esta misma vacuidad – tal como es ella realmente y aparte de como es experimentada y de la persona que lo hace – está por siempre más allá de las distinciones del vacío y del no vacío.

Esta doctrina de la vacuidad, aún si es sólo vagamente comprendida – siempre que no sea mal interpretada – es suficiente para desengañarnos de la idea que el Budismo es pesimista. Cómo la muerte o la extinción pueden ser una causa de dolor si absolutamente nadie muere o se aniquila? Tanto tiempo como persistamos en creer que somos verdaderamente entidades individuales, que soportan el nacimiento, el crecimiento, la declinación y la muerte, tendremos suficientes razones para verter lágrimas. Pero cuando – por la práctica de la verdadera meditación – aparece de súbito claramente que “yo” no es “yo”, que la conciencia individual no es del todo individual sino que se identifica a esta conciencia luminosa, cuya existencia es independiente, sin objeto, y que es el ser del universo entero – sin nacimiento, sin muerte, increada e indestructible entonces uno puede permitirse reír ante el pensamiento de la muerte, la propia o la de no importa quien.