Como hemos señalado, la raíz de la palabra víctima tiene una antigua connotación de incremento o crecimiento. Sin embargo, no sugiero que la condición de víctima deba considerarse una oportunidad de crecimiento positivo. Eso minimiza el horror, el miedo y la vergüenza, o los reprime completamente. Si a la víctima le damos la orden de crecer a través de la adversidad estamos apelando sutilmente a su ego para que deje atrás su experiencia como víctima (una forma de rechazo). Crecimiento se usa aquí a la defensiva, como en el caso de un padre ansioso que no sabe qué hacer con el dolor de su hijo (Tienes que ser mayor, deja de llorar, deja de sentir lástima de ti).
Una objeción más profunda a la exigencia de que la víctima crezca es que eso mantiene la experiencia de la víctima dentro de una fantasía infantil. Cualesquiera sean los significados complejos que la condición de víctima tenga para el alma, se oscurecen y se reducen a una falsa simplicidad forzándolos a la única perspectiva del arquetipo del niño. De este modo la víctima aparece como pasiva o irresponsablemente infantil. Este podría ser un motivo de por qué nuestra cultura tiene una actitud profundamente ambivalente respecto a las víctimas: o abuso y rechazo total, o idealización y convulsiones galvánicas para rescatarla.
Cuando se la percibe, a través del arquetipo del niño, se infantiliza a la víctima: todo daño que haya recibido se entenderá sólo como signo o consecuencia de su inmadurez psicológica: la ingenuidad del niño, la inocencia del niño, la falta de cuidado del niño, el abuso del niño, el niño que llora para que los mayores se porten bien. La condición de víctima no se ve como un drama de adulto en la sagrada profundidad del alma, sino como una de las muchas contrariedades que le ocurren al niño. O bien exigimos una responsabilidad excesiva a la víctima (debería haber sabido) o esperamos que se halle desamparada en el trauma como un niño.
La figura de la víctima no debe rescatarse de la victimización sino de la fantasía infantil. La idea de incremento en la raíz de la palabra se refiere a algo distinto del crecimiento habitual. Lo que nos ocurre nos ocurre, pueda o no evitarse; lo que hacemos psicológicamente en tales casos es lo que da lugar a un incremento o una disminución. Russell Lockhart escribe: