La libertad, no obstante, no es la última palabra. La libertad sólo es una parte de la historia y la mitad de la verdad. La libertad no es más que el aspecto negativo de cualquier fenómeno, cuyo aspecto positivo es la responsabilidad. De hecho, la libertad corre el peligro de degenerar en nueva arbitrariedad a no ser que se viva con responsabilidad. Por eso yo recomiendo que la estatua de la Libertad en la costa Este de EE. UU. se complemente con la estatua de la Responsabilidad en la costa Oeste.
El Credo Psiquiátrico
Nada hay concebible que pueda condicionar al hombre de tal forma que le prive de la más mínima libertad. Por consiguiente, al neurótico y aun al psicótico les queda también un resto de libertad, por pequeña que sea. De hecho, la psicosis no roza siquiera el núcleo central de la personalidad del paciente. Recuerdo a un hombre de unos 60 años que me enviaron a causa de las alucinaciones auditivas que padecía desde hacía décadas. Tenía frente a mí a una personalidad totalmente derrumbada. Cuando pasaba por algún lugar, cuantos había en su derredor le tomaban por un idiota. Y sin embargo, ¡qué extraño encanto irradiaba aquel hombre! De niño había querido ser sacerdote, pero tuvo que contentarse con la única alegría que podía experimentar y que era cantar los domingos por la mañana en el coro de la iglesia. Pues bien, la hermana que le acompañaba nos informó de que, a veces, se ponía muy excitado; pero, en el último momento era capaz de dominarse. Me interesó sumamente la psicodinámica que acompañaba al caso, ya que pensé que el paciente tenía una fuerte fijación en su hermana; así que le pregunté como hacía para controlarse: “¿Por quién lo hace?” A continuación siguió una pausa de unos segundos y entonces el paciente contestó: “Lo hago por Dios.” En ese momento, lo más profundo de su personalidad se hizo patente y en el fondo de aquella hondura se reveló una auténtica vida religiosa a pesar de la pobreza de su formación intelectual.
Un individuo psicótico incurable puede perder la utilidad del ser humano y conservar, sin embargo, su dignidad. Tal es mi credo psiquiátrico. Yo pienso que sin él no vale la pena ser un psiquiatra. ¿A santo de qué? ¿Sólo por consideración a una máquina cerebral dañada que no puede repararse? Si el paciente no fuera algo más, la eutanasia estaría plenamente justificada.