Es notable la falta de ejercicios físicos organizados entre la gente de la tercera edad, a pesar de saberse que el ejercicio retrasa el envejecimiento. Para comprender esta aparente anomalía, debemos estudiar más profundamente cuánta actividad se necesita realmente para efectuar una contribución significativa a la longevidad.
Cuánto ejercicio hace falta para alcanzar buenos resultados? Si miramos hacia atrás en la historia, el mantener la actividad física durante toda la vida era evidente en los tiempos antiguos. Nuestros ancestros cazadores y cosechadores se mantenían altos y erguidos, tenían fuertes huesos y músculos que conservaban hasta avanzada edad.
Ejercitarse un poco todos los días es mucho mejor que esperar el fin de semana. La actividad que se inicia y se interrumpe produce tensión al cuerpo, que prefiere breves sesiones diarias. Serás tú quien decida llamar o no ejercicio a tu actividad. A algunas personas no le interesan los deportes ni la gimnasia, pero puedes mantenerte activo haciendo la cama, subiendo escaleras, caminando en vez de tomar un taxi, volviendo a la casa a pie con una bolsa de provisiones, etc. Se requiere un ejercicio más largo y sostenido para desarrollar un buen estado general, acumular músculo y aumentar la resistencia. Las actividades mencionadas sirven, básicamente, para tonificar el sistema cardiovascular, bombeando la sangre algo màs deprisa y brindando un poco de esfuerzo a los pulmones.
El doctor Steven Blair y sus colegas, del Instituto para la Investigación de Ejercicios Aeróbicos, realizaron pruebas en aparatos destinados a la marcha en el mismo sitio a más de diez mil hombres y tres mil mujeres. Siguieron al grupo durante diez años para determinar hasta qué punto el buen estado físico era una defensa.
No fue sorpresa descubrir que las personas menos activas tenían la mayor tasa de mortalidad. Entre los hombres más sedentarios, los fallecimientos eran tres veces más frecuentes que entre los de mejor estado físico. Las mujeres más inactivas presentaban una tasa de mortalidad cinco veces superior a las que presentaban el mejor estado físico. Lo sorprendente es que las mejoras más notables se producían con niveles de actividad bastante modestos. La persona que caminaba treinta minutos al día, seis días a la semana, contaba con una tasa de mortalidad casi tan baja como quien corría cuarenta y cinco a sesenta kilómetros por semana. Blair llegó a la conclusión de que no era lo mismo ejercitarse para mantener un buen estado físico que ejercitarse para estar sano. Siempre que se practique una actividad regular mínima (equivalente a caminar media hora al día) se obtienen casi todos los beneficios otorgados por el ejercicio.