Kabir dice:
Profundo es el misterio, ¡oh santo hermano!
Deja que los sabios descubran la morada del ave.

XXXI
Día y noche me apesadumbra una cruel angustia
y no puedo dormir.
Suspiro pensando
en la cita que ha de darme mi Bienamado,
y ya no siento el placer de vivir en la casa paterna.
Las puertas del cielo están abiertas;
entro en el templo;
encuentro a mi Esposo,
y deposito a sus pies la ofrenda de mi cuerpo
y de mi espíritu.

XXXII
¡Danza, corazón mío! Danza hoy de gozo.
Los cánticos de amor
llenan de música los días y las noches,
y el mundo vive atento a sus melodías.
Locas de júbilo, la vida y la muerte
danzan al ritmo de esa música.
Los montes, el océano y la tierra danzan.
Entre sollozos y carcajadas, la humanidad danza.
Tu Señor está en ti;
¿a qué abrir los ojos hacia el mundo exterior?

Kabir dice:
Óyeme, hermano mío:
mi Señor me ha arrebatado
y me ha unido a Él.

XXXIII
¿Cómo podría quebrarse el amor que nos une?
Cual hoja de loto reposando sobre el agua,
así eres tú, mi Señor, y yo soy tu esclavo.
Cual el ave nocturna contempla la luna en la noche,
así eres tú, mi Señor, y yo soy tu esclavo.
Desde el comienzo hasta el fin de los tiempos
está el amor entre Tú y yo.
¿Cómo podría extinguirse ese amor?

Kabir dice:
Cual el río penetra en el océano,
así mi corazón penetra en ti.

XXXIV
¡Tristes están mi espíritu y mi cuerpo!
Te necesitan.
Ven a mi casa, ¡oh mi Bienamado!
Cuando me llaman “tu prometida”,
me avergüenzo de que mi corazón
aún no haya poseído tu corazón
¿Qué amor es pues este, amor mío?
No tengo hambre, no tengo sueño;
nunca hallo reposo, ni en Él ni fuera de Él.
Como el agua para el sediento,
así es el Novio para la novia.
¿Quién le llevará el mensaje a mi Bienamado?
Kabir está angustiado.
Agoniza de no haberlo visto.

XXXV
¡Despierta, oh amiga, no duermas más!
Se acabó la noche; ¿quieres perder también la jornada?
Otras que despertaron a tiempo ya recibieron sus joyas.
Todo lo perdiste tú, ¡oh loca!, durante el sueño.
Tu Amado es prudente, y tú insensata, ¡oh mujer!
nunca preparaste el lecho de tu esposo.
Te pasaste los días en inútiles juegos.
Tu juventud se ha marchitado en vano,
puesto que no has conocido a tu Señor.
¡Despierta, despiértate!
Mira: tu lecho está vacío.
Durante la noche Él te ha abandonado.