Kabir dice:
El hogar es la morada verdadera;
en el hogar está lo real,
el hogar hace que alcancemos a Aquel que es realidad.
Quédate, pues, donde estás,
y todo lo tendrás a su tiempo.
XL
Nada mejor, ¡oh, santo hombre!,
que unirse simplemente a Él.
Desde el día en que hallé a mi Dios,
los juegos de nuestro amor ya no han cesado.
No cierro los ojos, no tapo mis oídos,
miro con los ojos muy abiertos, sonrío,
y por doquiera contemplo Su hermosura.
Murmuro su nombre, y todo cuanto veo me habla de Él.
Todos mis actos constituyen un culto que rindo a mi Dios.
La aurora y el crepúsculo me parecen iguales.
Las contradicciones ya no existen para mí.
Por doquiera que voy, en Él me afano.
Todo cuanto hago, lo hago en Su servicio.
Al acostarme me prosterno a Sus pies.
Sólo Él es adorable a mis ojos; no conozco otro.
De mi boca ya no salen palabras impuras.
Día y noche canto Sus alabanzas.
De pie o sentado, no puedo olvidarlo,
porque el ritmo de Su canción
lo llevo en mis oídos.
Kabir dice:
Un gozo frenético abrasa mi corazón,
y descubre todos los misterios ocultos en mi alma.
Estoy sumergido en una inmensa felicidad,
que supera toda alegría y todo dolor.
XLI
En los baños sagrados no hay más que agua,
y sé de su ineficacia, pues me he bañado en ellos.
Las sagradas imágenes carecen de vida,
no pueden hablar;
lo sé, puesto que las he convocado a gritos.
Los Puranas y el Corán no son más que palabras;
aparté el velo y lo vi.
Kabir deja que hable la experiencia;
todo el resto es mentira,
lo sabe muy bien.
XLII
Me río cuando oigo decir
que el pez tiene sed en el agua.
No alcanzas a ver que lo real está en tu hogar,
y andas errante de bosque en bosque.
¡En ti está la Verdad!
Donde quiera que vayas, a Benarés o a Mathura,
si no encuentras tu alma,
el mundo no tendrá realidad para ti.
XLIII
El pendón oculto se halla izado
en el templo del cielo.
Allí se despliega el baldaquín azul,
adornado de luna y constelado de brillantes.
Allí brillan la luz del sol y de la luna.
Sosiégate, alma,
y contempla ese esplendor en silencio.