LXIII
¡Cuán difícil me es encontrar a mi Señor!
El pájaro de lluvia, alterado,
llama a la lluvia a grandes gritos.
Morirá en la espera,
antes que beber de otra agua.
Atraído por los sones de la música,
la cervatilla se acerca;
arriesga la vida para escucharlos;
pero el temor no la hace retroceder.
La viuda se queda sentada junto al cuerpo de su esposo;
el fuego no le da miedo.
¡No sientas temor alguno
por esa miseria que es tu cuerpo!
LXIV
Cuando ya me extraviaba, ¡oh, hermano!,
el verdadero Maestro me enseñó el camino.
Entonces dejé los ritos y las ceremonias,
ya no volví a sumergirme en las aguas sagradas.
Comprendí que sólo yo era el loco,
que todo el mundo a mi alrededor estaba cuerdo
y que yo era motivo de escándalo y de befa.
A partir de ese día
ya no ruedo por el polvo en señal de obediencia;
ya no toco la campana del templo;
ya no coloco ningún ídolo en su trono;
ya no pongo flores ante las imágenes
en signo de adoración.
Lo que le place al Señor no son las austeridades
ni las mortificaciones de la carne.
No le eres grato porque andes casi en cueros
y mortifiques tus sentidos.
El hombre bueno y leal, que permanece sereno
en medio de la agitación del mundo,
el que ama como a sí mismo
a todas las criaturas de la tierra,
ese hombre alcanza al Ser Inmortal,
y el verdadero Dios está con él.
Kabir dice:
Aquel cuyas palabras son puras
y que no tiene orgullo ni envidia,
conoce Su verdadero Nombre.
LXV
El asceta tiñe sus vestiduras,
en lugar de teñirse el alma con los colores del amor.
Permanece sentado en el templo,
abandonando a Brahma
para adorar una piedra;
se agujerea las orejas,
lleva una larga barba y sórdidos andrajos;
parece un chivo.
Anda por el desierto yugulándose el deseo,
y acaba pareciéndose al eunuco.
Se rapa la cabeza y tiñe sus vestidos;
lee el Gita y se convierte en un charlatán.
Kabir dice:
Tú, que obras como él,
marchas hacia las puertas de la muerte,
atado de pies y manos.
LXVI
No sabe cuál es su Dios,
el mullah grita hacia Él.
¿Por qué? ¿Está sordo el Señor?
Pues bien que oye resonar
hasta las sutiles articulaciones del insecto que marcha…
Reza tu rosario;
píntate en la frente la cifra de tu Dios;
envuélvete en andrajos manchados y vistosos…
Si en tu corazón hay un arma de muerte,
¿cómo podrás poseer a Dios?