LXXII
El palanquín ha venido por mí
para llevarme a la morada de mi esposo;
un temblor de felicidad me agita el corazón.
Mas los portadores me han conducido
a un bosque solitario donde no conozco a nadie.
Beso suplicante vuestros pies, ¡oh portadores!
Aguardad un momento todavía.
Dejadme volver a casa de mis padres y de mis amigos
para despedirme de ellos.

El discípulo Kabir canta:
Abandona tus ventas y tus compras, ¡oh santo!
Deja tus beneficios y tus pérdidas,
pues no hay tiendas ni mercados
en el país adonde te encaminas.

LXXIII
No conoces, ¡oh corazón mío!,
todos los secretos de esta ciudad del amor.
Ignorante viniste, ignorante te vas.
¿Qué hiciste de esta vida?
¡Oh, amigo mío!
Cargaste sobre tu cabeza un pesado fardo de piedras;
¿quién te aliviará de esa carga?
Tu Amigo se encuentra en la otra orilla,
y nunca me me preguntas
cómo podrías llegar hasta su encuentro.
El barco se ha roto,
mientras tú sigues sentado en el banco,
sin avanzar, y a merced del oleaje.
¿A quién tendrás al final por Amigo?,
te pregunta el servidor Kabir.
Estás solo, sin compañeros,
y así habrás de soportar las consecuencias de tus actos.

LXXIV
Los Vedas dicen que lo incondicionado
está por encima del mundo de las condiciones.
¿Qué ganas, ¡oh mujer!,
con discutir si Él está por encima de todo
o si está en todo?
Brahma se te revelará día y noche, vestido de luz,
sentado en un trono de luz.

Kabir dice:
El verdadero Maestro es todo luz.

LXXV
¡Abre tus ojos de enamorado y contémplalo a Él,
que reina en el universo!
Considera el universo y persuádete de que ese es tu país.
Cuando hayas encontrado a tu verdadero Maestro,
Él despertará tu corazón.
Él te dirá los secretos del amor y del sacrificio,
y conocerás entonces que Él sobrepasa al universo.
Ese mundo es la ciudad de la Verdad;
el laberinto de sus senderos fascina el corazón.
Podemos alcanzar la meta sin cruzar la ruta,
en un deporte que no acaba jamás.
Allí donde el círculo de los múltiples goces
danza en torno del Creador,
allí están los juegos de la eterna felicidad.
Cuando los conozcamos,
concluirá el ciclo de todas nuestras aceptaciones
y renunciamientos.
Entonces dejará de quemarnos
la llama de la concupiscencia.
Es el reposo último y sin límite.
Él ha extendido sobre el mundo entero
las formas de Su amor.
Del resplandor, que es Verdad,
surgen perpetuamente las ondas de las formas nuevas,
y Él penetra esas formas.
Todos los jardines, todos los boscajes,
todas las masas de vegetación están pobladas de flores,
y el aire juguetea con ellas.
Allí el cisne juega un juego maravilloso.
Allí los sones de la misteriosa música giran
en torno de la infinita Unidad.
Allí brilla, en el punto central,
el trono de Aquel que contiene todas las cosas,
donde el Gran Ser tiene su sede.
La luz de millones de soles se desvanece, confusa,
ante el esplendor de uno solo de sus cabellos.
Por el camino, ¡qué dulces melodías hace oír el arpa!
Sus notas traspasan el corazón.
La eterna fontana de vida deja correr su chorro
donde juegan, sin fin, el nacer y el morir.
Y se llama nada Aquel que es la Verdad de las verdades,
Aquel en quien están contenidas todas las verdades.