Kabir dice:
¡Contempla cuán grande es mi ventura!
¡He recibido la infinita caricia de mi Bienamado!

LXXXVII
La tormenta se acumula en el cielo.
Escucha la honda voz de su fragor.
La lluvia viene del Oriente
y murmura su monótono plañir.
Presta atención a tus cercados,
para que la lluvia no los invada y los arrase.
Prepara el suelo de la liberación,
y deja que sólo se ahoguen bajo la tormenta
los parásitos del amor y del sacrificio.
Sólo el labrador precavido
podrá festejar el fin de la cosecha.
Sólo él podrá llenar de grano sus vasijas
y alimentar a los sabios y a los santos.

LXXXVIII
Este día me es caro entre todos los días,
porque hoy mi Señor bienamado es huésped de mi casa.
Mi cámara y mi corazón resplandecen con Su presencia.
Mis ardientes deseos cantan Su nombre
y se pierden en Su infinita belleza.
Lavo Sus pies, contemplo Su rostro,
y ante Él me prosterno,
llevándole como ofrendas mi cuerpo, mi alma
y todo cuanto tengo.
¡Qué día de felicidad es este en que mi Bienamado,
mi tesoro, viene a mi casa!
Todos los malos pensamientos
huyen volando de mi corazón cuando diviso a mi Señor.
Mi amor lo ha conmovido,
mi corazón languidece por Su nombre, que es la Verdad.
Así canta Kabir, el servidor de todos sus servidores.

LXXXIX
¿Qué sabio podría escuchar
la música solemne que se eleva hacia el cielo?
El es la fuente de toda música;
Él llena con ese surtidor, hasta los bordes,
todos los vasos humanos,
permaneciendo desbordante Él mismo.
Aquel que vive corporalmente
siempre está sediento,
porque el objeto de sus afanes es imperfecto,
aunque siempre surgen en él,
y cada vez más hondas, estas palabras,
donde van fusionados el amor y el sacrificio:
“Él es esto; esto es Él”.

Kabir dice:
Esas son, ¡oh, hermano!, las palabras supremas.

XC
¿Adónde iré,
que aprenda a conocer a mi Bienamado?
Kabir dice:
Jamás hallarás el bosque si no conoces el árbol;
jamás lo encontrarás si lo buscas en las abstracciones.

XCI
He aprendido el sánscrito;
deja, pues, que todos los hombres me llamen sabio.
Pero ¿de qué me valdrá todo mi saber,
si yerro a la ventura, si mi garganta se reseca de sed,
si me abrasa el ardor de mi deseo?