Kabir dice:
El sabio enmudecerá,
pues la Verdad no puede hallarse en los libros ni en los Vedas.
Me he asociado al armonioso equilibrio del Uno.
He bebido la copa de lo inefable.
Encontré la clave del misterio.
Alcancé la raíz de la Unión.
Viajando sin camino llegué al país sin dolor,
y la gracia del Gran Señor
ha descendido dulcísima en mí.
Se canta al Dios infinito como si fuera inaccesible;
pero en mis meditaciones, sin mis ojos yo lo he visto.
Es, de cierto, el país sin sufrimientos,
y nadie sabe el camino que a Él conduce.
Sólo aquel que encontró ese camino
va más allá de la región de los dolores.
Maravilloso país,
que no puede pagarse con ningún mérito.
El sabio lo ve, el sabio lo canta.
Tal es la última palabra;
pero ¿cómo expresar su maravilloso sabor?
Aquel que la saborea una vez,
sólo él sabe el gozo que puede dar.
Kabir dice:
Al conocerla, el ignorante se convierte en sabio
y el sabio se queda mudo, en silenciosa adoración.
El adorador se embriaga totalmente.
Su sabiduría y su desprendimiento son perfectos.
Bebe en la copa de las inspiraciones y de las aspiraciones del amor.
Allí todo el cielo se llena de armonías,
y la música suena sin cuerdas y sin pulsaciones.
Allí no cesa nunca el juego de la alegría y del dolor.
Kabir dice:
Si te sumerges en el océano de vida,
vivirás en el país de la suprema felicidad.
¡Qué frenesí de éxtasis contiene cada hora!
El adorador exprime y bebe la esencia de las horas.
Vive con la vida de Brahma…
Digo la verdad, porque acepté la verdad en mi vida.
Estoy consagrado a la verdad,
porque ahuyenté lejos de mí todas las falsas apariencias.
Kabir dice:
Así se libra el adorador de todo miedo,
así lo abandonan todas las ideas erróneas
sobre la vida y la muerte.
Allí el cielo se llena de música.
Allí llueve néctar.
Allí vibran las cuerdas del arpa y suenan los tambores.
¡Qué secreto esplendor irradia ese castillo del cielo!
Ya no hay amaneceres ni puestas de sol.
En el océano de revelaciones que es la luz del amor,
el día y la noche no forman más que uno.
Alegría eterna; ni dolor, ni luchas.
Allí he bebido, llena hasta los bordes,
la copa de la dicha, de la dicha perfecta.
No hay lugar allí para el error.