Kabir dice:
Allí he sido testigo de los juegos de la única felicidad.
He conocido en mí mismo el juego del universo;
he escapado al error de este mundo.
Lo externo y lo interno se han hecho para mí
un solo cielo.
Lo infinito y lo finito se han unido.
Me embriago con la visión del Todo.
La luz invade el universo; es la lámpara del amor,
ardiendo en el candelero del saber.
Kabir dice:
Allí no puede deslizarse error alguno,
y ya no existe el conflicto de la vida con la muerte.
XVIII
La región central del cielo, donde el espíritu reposa,
está radiante de una música de luz.
Allí florece la pura y cándida armonía,
donde mi Señor halla sus delicias.
En el prodigioso esplendor de su cabellera
piérdese el fulgor de millones de soles y de lunas.
Kabir dice:
Ven, ¡oh Dharmadas!
y contempla el triunfo de mi Señor omnipotente.
¿Dónde la acción y el reposo en esa ribera?
No hay agua a la vista, ni barco ni marino.
No hay ni una sola cuerda para empujar el barco,
ni hombre alguno para sirgar.
Ni tierra, ni cielo, ni tiempo;
nada existe ahí: ni río ni ribera.
No hay ahí ni cuerpo ni espíritu.
¿Dónde podrías aplacar la sed de tu alma?
Nada encontrarás en esta nada.
Sé fuerte y vuélvete a ti mismo.
Ahí te hallarás en tierra firme.
Considera esto, ¡oh corazón mío!
No vayas a ninguna otra parte.
XIX
¡Oh corazón mío!
El Espíritu Supremo, el Dueño omnipotente,
está junto a ti.
¡Despierta, despiértate!
Corre a echarte a los pies de tu Bienamado,
pues tu Señor está muy cerca.
Estuviste dormido durante siglos innumerables,
¿y no quieres despertar esta mañana?
XX
¿Qué ribera quieres alcanzar, corazón mío?
Ningún viajero ante ti.
Ningún camino.
Kabir dice:
Rechaza toda imaginación y fortalécete en lo que eres.
XXI
Cada morada enciende sus lámparas.
Como eres ciego, no las ves.
Un día tus ojos se abrirán de pronto y verás,
y las cadenas de la muerte caerán por sí solas.
Nada qué decir, nada qué escuchar, nada qué hacer.
Aquel que vive, aunque muerto, no morirá jamás.
Porque vive en soledad dice el asceta
que su casa está muy lejos.
Tu Señor está junto a ti, y sin embargo
trepas a lo alto de la palmera para buscarlo.
El sacerdote brahmán va de casa en casa
para iniciar al pueblo en la fe.
Pero ¡ay!, la verdadera fuente de vida está a tu lado,
mientras te pones a adorar la piedra
que tú mismo levantaste.