El gnóstico es individualista, no puede aceptar como acto de fe lo que digan otros. Sólo basándose en la experiencia inmediata podrá estar seguro de haber alcanzado realmente la gnosis. Para él, no hay nada comparable con la propia experiencia.

El cristiano ortodoxo, por el contrario, busca otra cosa. Para él es mucho más importante su relación con los otros. Cristo no conduce las almas fuera de este mundo para llevarlas a la iluminación, sino que él representa la plenitud de Dios, bajando a la tierra con el fin de sacralizar la experiencia humana. El convertir en sagrada la vida corriente se manifiesta en rituales destinados a celebrar los principales acontecimientos de la vida: compartir los alimentos, en la eucaristía; la sexualidad, en el matrimonio; el nacimiento, en el bautismo; la enfermedad, en la unción, y la muerte, en los entierros. Todos estos actos se celebran en comunidad y todo el cuerpo social se hace partícipe de ellos.

Mientras el gnóstico se ve a sí mismo uno entre mil, dos entre diez mil, el ortodoxo se ve como miembro de la familia humana y de la iglesia universal.

Rebeca Bordeu

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Más Información:
Serge Hutin.- Los Gnósticos.- Editorial Universitaria
Elaine Pagels.- Los Evangelios Gnósticos.- Grijalbo
Pierre Crépon.- Los Evangelios Apócrifos.- Edaf