El motivo del viaje es la superación de pruebas en pos de la conquista de un estado superior de unidad, de paz interior, de no dualidad, de consciencia expandida. Este desafío ha ocupado a la humanidad por siglos. En la Edad Media, entre retortas y símbolos, los alquimistas nos hablan de esta increíble capacidad del alma humana para transformarse. Ella fue el objeto central de su estudio y filosofía. El gran secreto alquímico es la función transcendente, a partir de la transformación de la personalidad mediante mezcla y ligazón de sus componentes nobles y vulgares, del consciente con el inconsciente.
En el trabajo del alquimista se producía un paralelismo entre la experiencia química y la vivencia psíquica, que se manifestaba como un comportamiento particular del proceso químico. Es decir, existía una relación íntima entre el hombre y el misterio de la materia, o una identidad inconsciente entre la psique del alquimista y la sustancia arcana o de transmutación. Esta sería la sustancia del espíritu prisionera en la materia, según Jung. Él se interesó en la Alquimia al tratar de analizar los sueños de sus pacientes. Eran
en su mayoría europeos de clase media, entre ellos había universitarios y clérigos, que soñaban extrañas imágenes para las que no encontraban una asociación posible con su vida cotidiana. Fue para él un hallazgo que lo llenó de gozo el encontrar un viejo tratado de alquimia del siglo XVI, el primero de su colección.
Los alquimistas modernos, los buscadores contemporáneos de la función transcendente, pueden encontrar gran cantidad de claves para su transmutación en el contenido de libre disposición de sus propios sueños.
Las modernas investigaciones corroboran que los sueños son importantísimos para nuestra salud mental. Dentro de la psique hay un centro autorregulador natural que nos ayuda a procesar la vida. Este centro integrador, fuente de los sueños, nos envía todas las noches mensajes que nos permiten orientar nuestro quehacer. Sin embargo, la mayoría no sabemos descifrar sus mensajes ni participar activamente en el proceso del sueño, permaneciendo ignorantes de nuestro ser más profundo.