Desde hace muchos años, lo que más viene llamando la atención del hombre occidental con respecto al Oriente, y en especial en lo que se refiere a la India, es el extraordinario desarrollo que han alcanzado en aquellos países el conocimiento y aplicación de las fuerzas del alma, de los poderes de la mente y de la gigantesca energía de la voluntad. La ciencia occidental contemporánea empieza ahora, con creciente asombro, a vislumbrar su extraordinaria importancia y a aceptar su evidente realidad.
Es cierto que este genuino desarrollo anímico y espiritual corresponde en la India sólo a una selecta minoría, que ofrece precisamente un notable contraste con la ignorancia y miseria en que ha vivido, al menos hasta ahora, la gran masa de la población. Pero ello hace aún más notable que la experiencia de este conjunto de sabios, de yoguis, haya podido subsistir en sucesión ininterrumpida durante varios milenios y haya dado lugar a la elaboración de una verdadera ciencia, con técnicas precisas que demuestran un sorprendente conocimiento de las profundas fuerzas y mecanismos del ser humano. Fuerzas y mecanismos que la ciencia occidental, después de haberlas negado durante mucho tiempo, va redescubriendo poco a poco en estos últimos años, bautizándolos con nombres nuevos y basando en ellos nuevas técnicas de higiene y terapia.
Nuestro propósito es señalar la inmemorial antigüedad, la exactitud y la extraordinaria vitalidad de la ciencia sagrada de los sabios de la milenaria civilización de la India. Esta ciencia es la que se conoce con el nombre de YOGA.
La palabra Yoga tiene dos significados principales:
1.- Unión.
2.- Los medios técnicos para llegar a esta unión.
En la primera acepción, Yoga significa toda clase de uniones. En los sistemas filosóficos y religiosos de la India se usa en el sentido de realizar la unión del principio espiritual del hombre (atma) con la Divinidad (Brahman), pero también significa la unión consciente del aspecto material del hombre con su aspecto espiritual, y de la personalidad superficial con la personalidad profunda. En otras palabras, es el estado de integración, de unificación consciente de los aspectos superficiales con los profundos y superiores del hombre.