El orden Jerárquico correcto debe ser: Espíritu, alma, cuerpo. Entendemos por Espíritu la vertiente espiritual del alma, el aspecto del alma que mira hacia Dios. Son las facultades superiores del hombre: intelecto, voluntad y amor espirituales. Estas son las que deben predominar y regir a todas las demás.
Entendemos por alma el mundo de la consciencia psicológica, donde tiene lugar el encuentro de lo espiritual y de lo material, el campo donde se libra la batalla de la afirmación del ser espiritual y de su existir como tal, de su hacerse y su expresarse a través y mediante todos los niveles de la existencia, desde el más elemental al más superior.
Entendemos por cuerpo nuestro componente físico material con todas sus funciones y necesidades, pero también el aspecto subjetivo del mismo, es decir, el aspecto o vertiente del alma que, insertada en la materia, nos permite vivirla conscientemente.
Sobrepasar estas limitaciones desarrollando todas las posibilidades naturales que el hombre encierra dentro de sí mismo, permitiéndole vivir sus valores espirituales sin interferencias de instrumentos defectuosos, es la finalidad del Yoga.
Resumiendo, podemos decir que el Yoga es la ciencia de la perfección natural. Desde luego que en todos los países y civilizaciones se han estructurado diversas técnicas de perfección, algunas de ellas muy elaboradas y enriquecidas por muchos lustros de experiencia. Entre éstas destaca de modo brillantísimo la técnica de la ascética cristiana, No obstante, en el Yoga hay algo que incluso la ascética cristiana puede aprovechar para enriquecer su ya muy extenso patrimonio de conocimientos: es su doble carácter de integridad y de sistematización. El Yoga ha estudiado todas las vías naturales susceptibles de conducir a
la integración, y en cada una de estas vías ha elaborado una sistematización estricta de procedimientos y etapas de resultados probados. El Yoga es una verdadera ciencia.
Añadiremos que el Yoga es una ciencia experimental. Sus métodos y técnicas se derivan de la experiencia, y aplicados en las debidas condiciones producen siempre idénticos resultados, las mismas experiencias llevan a iguales estados de consciencia. La experiencia es la verdadera fuente, el verdadero origen del Yoga. La experiencia de notables seres humanos que a lo largo de muchos siglos han ido aplicando, estudiando y mejorando con infinita paciencia los procedimientos que la tradición de su época les trasmitía por mediación de sus gurúes, de sus maestros. El origen del Yoga lo encontramos, pues, en la experiencia profunda sistematizada.